Media Luna

Crítica de Maximiliano Curcio - EscribiendoCine

Cuando una voz sea de todos

Media Luna (2006) es una road movie que sigue el planteamiento estructural de las anteriores películas de Bahman Ghobadi. Este director es un estandarte de los llamados cines de la periferia, aquellos que pueden dar respuesta a un tipo de cine que difiere en sus búsquedas del más comercial que exhibe Hollywood. Bienvenida entonces esta propuesta distinta, donde la música evoca recuerdos y sensaciones que juntas pueden más que toda la violencia que en sus excesos y prohibiciones ha gestado el pueblo kurdo a lo largo de su historia repleta de vicisitudes.

La historia se sitúa sobre Mamo, un músico que ha obtenido permiso para actuar en un concierto en el Kurdistán iraquí, algo que ha esperado los últimos 35 años. Convencido de que la esencia del concierto está en la voz celestial de una mujer, Mamo decide ir a buscar a Hesho una cantante a la que el exilio ha atormentado y vive refugiada junto con otras mujeres. El viaje de Mamo y la cantante se presume atrapante y el mismo transcurrirá pleno de aventuras, donde la fuerza de espíritu los guiará en una travesía que tiene mucho de magia cinematográfica.

La evolución de Bahman Ghobadi como director de cine nos muestra una filmografía narrativa y estilísticamente comprometida. Partidario de un cine de denuncia, cuyo estilo y visión casi siempre tiene mas cabida en los festivales internacionales que en el gran publico masivo, este realizador kurdo elige un tono ameno para narrar de forma tragicómica el periplo de un grupo de músicos, con un trasfondo social muy marcado. El cine, se sabe, es un relato audiovisual, compuesto por narración y representación que siguen una corriente estética y Ghobadi hace más que bien los deberes a la hora de combinar lo que dice y como lo muestra. Su estética seduce entreteniendo y su narración encierra un discurso ético que nos lleva a la reflexion. Es interesante su mirada sobre la cultura patriarcal de estos pueblos que relega a las mujeres, allí se estructura un relato sobre la prohibición, la censura y la marginación.

A los pintorescos pueblos de la frontera iraní, las panorámicas descriptivas y la contemplación de la naturaleza son el escenario ideal para enmarcar este relato, que parece salido de un cuento de Las Mil y una Noches, una obra que, culturalmente, ha influenciado de manera notable a la literatura occidental. En este desolado e inhóspito paisaje surge una historia plena de magia. El filme, si bien es moroso en su estructura narrativa, es digno en su planteo e inteligente a la hora de abordar una temática de arraigue cultural por aquellas latitudes, incluso hoy en medio del mundo posmoderno. Si bien la redundancia de su relato le quita intensidad dramática, es interesante como tragedia y comedia se complementan. Una propuesta singular -y no sin baches que logra sortear- que concibe la vida como una mezcla de ambas, donde acontecimientos dolorosos a lo largo de la historia del hombre siempre han sido matizados.

En esta ocasión es el humor y la música quienes sirven como refugio y reestablecen un poco el equilibrio perdido, dejando ver en el horizonte de estos músicos algo de esperanza entre tanta amargura, puro instinto de supervivencia. Los personajes de Media Luna son en su mayoría actores no profesionales (en Kurdistan la industria cinematográfica es casi nula). Y ellos capturan en su medida justa gran parte de la esencia y la atmósfera de la historia: la pasión por la música, idioma universal si lo hay y vinculo solidario que une pueblos. El relato también es uno de fidelidad hacia los suyos, es por eso que el film es un homenaje a todas esas cantantes mujeres relegadas, exiliadas, oprimidas.

El film es un viaje mental, un transportarse al rincón mas intimo de la conciencia humana. Es la impotencia de un pueblo que sobrevive buscando un milagro en medio de un universo musical que les permite seguir manteniendo su identidad, esa que no lograrán acallar jamás.