Me casé con un boludo

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

Cine dentro del cine. Cuando las películas se meten de lleno con un mundo que conocen en demasía el resultado, generalmente, es positivo. Y en esta oportunidad “Me casé con un boludo” (Argentina, 2015) del consagrado realizador Juan Taratuto, buceará, además del mundo del cine, en una relación espontánea, instantánea, imposible, entre dos personajes que recién se conocen, Fabián (Adrián Suar) y Florencia (Valeria Bertuccelli), que terminará en una mentira de dimensiones insospechadas.
El megalómano actor Fabián (Suar) acepta realizar una película con una novel actriz llamada Florencia (Bertuccelli) luego de saber que algunos temas económicos podrían resolverse con la considerable suma que le pagarán por hacerla.
Su representante (Norman Briski), un personaje que intenta recuperar todos los tics y estereotipos de los agentes que intentan vivir a toda costa de los representados, le enumera las chances que tendrá de nuevamente conseguir prestigio con la película.
Un tanto desganado, pero sabiendo que es necesaria su intervención, Fabián ingresará al set y se topará con una actriz que no puede lograr, en una toma, interpretar la angustia con la que su personaje debe continuar la narración.
Florencia además es la mujer del director (Gerardo Romano), un déspota que sólo quiere terminar a tiempo el rodaje y exige con gritos e insultos a la mujer la continuidad de trabajo sin nuevas interrupciones.
Pero cuando Florencia comienza a titubear, y cada vez se le complica más llorar en una de las escenas más importantes del filme, Fabián, son sus ganas, como siempre, de sumar protagonismo, verá cómo de intentar ayudar a su compañera con tips innecesarios e inútiles, terminará envuelto en una historia inesperada de amor y compromiso.
Después de decidir casarse con Fabian, por impulso, por necedad, por dejarse llevar, Florencia verá cómo ese carismático y particular hombre que conoció en el set del rodaje terminará por evanescerse para dejar su lugar a un despreciable, tonto y egoísta personaje, completamente alejado del que se enamoró.
Y cuando por accidente, Fabián escucha a Florencia indicar la desesperación en la que se encuentra por estar casada con alguien a quien considera un ser despreciable, decidirá poner en marcha un plan junto a un guionista para convencerla que él no es quién ella cree sino que es una persona entretenida, preocupada por los demás, inteligente, o al menos en apariencia.
“Me casé con un boludo” estructura su relato a partir del engaño, de la confusión, como tantas comedias francesas o europeas en las que los actores brillan por un guión sólido y sin fisuras, caso que se repite aquí y que gracias a la espontaneidad de los protagonistas y la frescura con la que construyen sus personajaes terminan por consolidar una propuesta que, en primera instancia, podría haber sido algo completamente opuesto.
Este es un cine de fórmula, industrial, pro en el que Taratuto se da la licencia de narrar, como en películas anteriores, las escenas como si estuviéramos husmeando en la vida de Fabián y Florencia al destacar planos por detrás de objetos y personas siguiendo con la línea de “espiar” sus vidas.
Adrián Suar se potencia al lado de Valeria Bertuccelli, saben ambos que la química entre ellos, intacta desde “Un novio para mi mujer”, potencia una historia que con solidez y particularidad avanza sin fisuras.
La reconstrucción de un Buenos Aires atemporal (a través de planos y tomas aéreos), la utilización de la farándula vernácula para reforzar la fama de los personajes, y, principalmente, la exposición de las miserias de un actor que vive para sí mismo, son los puntos más fuertes de una película que divierte y entretiene y que a la vez destila buen humor durante toda la proyección.