McFarland sin límites

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Honesta y emotiva mirada al deporte.

Ejemplo perfecto de lo que en la jerga del cine se conoce como crowdpleaser (películas amables diseñadas para agradar a toda costa), McFarland es de esos productos que conmoverán hasta las lágrimas al segmento de público más emotivo e irritarán hasta el enojo a los más cínicos.

Suerte de cuento de hadas inspirado en un caso real, este film producido por Disney y dirigido por la neozelandesa Niki Caro (Jinete de ballenas, Tierra fría), McFarland reconstruye la historia real de Jim White (Kevin Costner), un maestro sin empleo que en 1987 llega con su familia al decadente pueblo californiano Central Valley, cuya comunidad es casi íntegramente de origen mexicano.

Una vez vencidos los inevitables prejuicios iniciales, Jim descubrirá que varios de los alumnos de la escuela tienen capacidades poco habituales para las carreras de largo aliento y se convertirá, así, en el entrenador del equipo de cross country. Será el comienzo de una épica deportiva, pero -claro- también de fuertes implicancias sociales.

Más allá de algunos pocos excesos y golpes bajos, Caro mantiene el film dentro de un tono noble y honesto, apoyado en la jerarquía de Costner y Maria Bello (la esposa del protagonista). ¿Qué es una apuesta dominada por la corrección política, que aboga por la integración en un país marcado en muchos casos por la xenofobia como los Estados Unidos? Puede ser. Pero McFarland es, también, un sólido entretenimiento, que -por suerte- excede el marco de las buenas intenciones.