Matar a la bestia

Crítica de Maximiliano Curcio - Revista Cultural Siete Artes

Luego de un profuso recorrido por festivales internacionales, llega a las salas locales esta coproducción entre Chile y Brasil, ópera prima de Agustina San Martín. La autora elige abordar el deseo sexual femenino desde un prisma en donde el principal enemigo es el miedo. Su terreno predilecto de acción desenvuelve un denso universo en donde la realidad ficcionada habita un plano paralelo: se explora la dualidad entre la pasión y el horror, como fuerzan convergentes; en palabras de la propia autora, un antagonismo danzante que simula luces y sombras complementadas. Filmada en locaciones de Misiones, un perfeccionismo estético denota un trabajo visual y sonoro direccionado a captar la diversidad emocional que aquella frontera, como espacio naturalmente ambiguo, alberga una historia de desarrollo sexual queer. La literalidad del título nos impacta. No obstante, desglosando el sentido, el miedo siempre acaba por cobrar forma inesperada. Dentro del ámbito nacional, la tradición reciente nos remite al “Muere, Monstruo, Muere” (2018) de Alejandro Fader, mientras un monstruo femicida acecha amenazante; el mito no tarda en instalarse. El entorno selvático prefigura climas fantasmagóricos, de perturbadora quietud, abrevando en alegorías y simbolismos propios del género, que evidencian influencias del cine de David Lynch. Cubriéndose de opacidad, “Matar a la Bestia” nos sumerge en logrados tramos de inquietud, conformando un sólido debut para una cineasta prometedora.