Matangi / Maya / M

Crítica de Horacio Bernades - Página 12

La reina de eso que llaman “Agit-prop pop”

La opera prima de Steve Loveridge es un vasto collage de la compleja personalidad (o personalidades) de Matangi, personaje multifacético y provocador como pocos.

Acá no la conoce nadie, y sin embargo una de sus canciones, incluida en la película ¿Quién quiere ser millonario? (2009) fue nominada a un Oscar. Ella recibió también nominaciones a dos Grammy y la revista Rolling Stone eligió a uno de sus álbumes como el mejor de 2007 y a ella misma como una de las artistas definitorias de la primera década del siglo XXI. En 2010 la revista Time la listó entre las personas más influyentes del mundo. Se llama Matangi Arulpragasam, nació en Sri Lanka en 1976 y sus familiares la conocen por el seudónimo de Maya. Su nombre artístico es M.I.A., que podría querer decir tanto missing in action (desaparecida en acción) como missing in Acton, barrio londinense donde vivió durante un exilio iniciado junto a su madre en 1986. Exilio que se volvería permanente, por razones que enseguida se explicarán. Ópera prima del realizador Steve Loveridge, el documental performático Matangi/ Maya/M.I.A. no se llama así por puro capricho, ya que de lo que trata es justamente de los mil rostros, o máscaras, de esta hiphoppera multicultural.

Agit-prop pop. Esa es la agraciada fórmula que halló Lynn Hirschberg, periodista de The New York Times, para definir una vertiente del arte de M.I.A. La chica acababa de lanzar un videoclip en el que una patrulla militar que porta un escudo muy parecido a la bandera estadounidense captura, caza y ejecuta en primer plano y con profusión de sangre falsa a miembros de una guerrilla en la que son todos pelirrojos. Aquí es necesario abrir un par de paréntesis cruciales. El primero es que en Sri Lanka tuvo lugar, desde 1976 (¡año del nacimiento de M.I.A.!) hasta 2009, una guerra civil entre fuerzas gubernamentales y opositores de la etnia tamil, a la que la artista pertenece. Describir a esa guerra como “sangrienta” sería incurrir en un eufemismo gigantesco; el documental incluye referencias a torturas que ruborizarían a un paramilitar salvadoreño. El segundo paréntesis debería dar cuenta de que el padre de M.I.A., Arul Pragasam, fundó, allá por los comienzos de la guerra, un grupo guerrillero tamil. 

Confirmando lo que suele decirse de los periodistas, la editora de la revista dominical de The New York Times traicionó a la artista, manifestándole su admiración en privado y cuestionando la legitimidad de su método de shock, dada su presunta frivolidad y consumismo. Ésta es una de las cuestiones claves que el documental de Loveridge desarrolla, a partir de material filmado por la propia M.I.A., que antes de estrella pop fue artista visual y documentalista. ¿Es Matangi una artista pop que no renuncia a su compromiso civil como oriunda cingalesa (gentilicio correspondiente al nativo de Sri Lanka)? ¿O es, por el contrario, una pusilánime, dueña de un vestuario casi más grande que su pequeño país de origen (se nacionalizó británica) y posando sin embargo como mujer comprometida? Uno de los méritos capitales de Matangi/Maya/ M.I.A. es que no ofrece soluciones, brindando en su lugar un vasto collage de la compleja personalidad (o personalidades) de la protagonista. El espectador deberá armar el rompecabezas, si es que éste tiene todas las piezas.

Tal vez la perspectiva más pertinente sea ver en el documental –que se presenta como una suma de pedazos heterogéneos, viajando de forma continua hacia delante y atrás en el tiempo– el retrato partido de una identidad en permanente estado de mutación, como consecuencia de una indoblegable fidelidad a los propios deseos. Cómo no va a mutar una persona partida entre su propio país y Occidente, que deja atrás una guerra atroz y un padre clandestino y se lanza a conquistar orgullosas capitales que la rechazan (sobre todo en Estados Unidos, donde el racismo asoma directa e indirectamente). Matangi/Maya/M.I.A. viene a sumar una nueva cuenta al llamativo rosario de las estrellas pop, presuntamente frívolas y lanzadas a desaforados ego trips, que eligen la cámara de cine para arrancarse el maquillaje, confesarse públicamente y exhibir sus zonas más débiles. Esa serie, que empezó con la aquí llamada A la cama con Madonna, siguió más recientemente con la magnífica Lady Gaga: Five Foot Two (está en Netflix), Demi Lovato en Simply Compicated (puede verse en YouTube) y halla en Matangi/Maya/ M.I.A. su última estribación hasta la fecha. Es de suponerse que esta saga de antiheroínas continuará.