Más notas perfectas

Crítica de Emiliano Fernández - A Sala Llena

¿Una redención trash?

El musical, como otros géneros cinematográficos, ha experimentado en los últimos años constantes desniveles, en un rango que puede abarcar propuestas anodinas como En el Bosque (Into the Woods, 2014), opus majestuosos símil Los Miserables (Les Misérables, 2012) y joyitas en la línea de Jersey Boys (2014). La vertiente adolescente siempre resultó muy redituable en lo que respecta a la taquilla, prueba de ello fue la simplona Ritmo Perfecto (Pitch Perfect, 2012), una suerte de producto híbrido que tomaba la estructura de Fama (Fame, 1980), el repertorio de los reality shows del rubro como American Idol y la típica sandez de los exploitation de la Disney, en sintonía con High School Musical (2006).

Por supuesto que el segundo eslabón no cae muy lejos del primero pero, sin llegar a ser una maravilla ni nada parecido, por lo menos supera mínimamente lo hecho en el pasado a través de una jugada de lo más curiosa, en especial tratándose de una película destinada a los imberbes y sus tristes equivalentes de la fauna adulta: en vez de tomarse tan en serio a sí misma con diatribas huecas orientadas al autodescubrimiento y el mercado competitivo, ese que tanto obsesiona a los estadounidenses, Más Notas Perfectas (Pitch Perfect 2, 2015) decide intensificar el componente trash que ya estaba presente en la original, aunque ahora sin ningún tipo de tapujo en pos de profundizar el ridículo y la dimensión cómica del film.

La trama continúa siendo la misma y se centra en las Bellas, un grupo femenino de canto a capela de la Universidad de Barden, no obstante hoy cambia el catalizador de esta fábula de restitución del estatus público: si antes la historia comenzaba con un certamen arruinado por el vómito on stage de una de las señoritas, en esta oportunidad tenemos una simpática exhibición de vagina por parte de Fat Amy (Rebel Wilson, quizás la única verdadera revelación de la primera entrada), lo que -desde ya- deriva en una crisis interna y nuevas tribulaciones de distinto calibre. Aquí la comedia ligera le gana decididamente al drama bobalicón y hasta consigue despertar alguna que otra sonrisa, gracias a latiguillos absurdos.

Sin embargo, lamentablemente este recambio hacia el caos está administrado de manera precaria por la guionista Kay Cannon y la directora debutante Elizabeth Banks, un dúo que combina a los tumbos tres líneas narrativas, léase el ingreso de una nueva integrante a las Bellas, el trabajo de pasante de Beca (Anna Kendrick), con vistas a acercarse a su sueño de convertirse en productora, y la competencia con Das Sound Machine, un colectivo alemán favorito en el concurso internacional a capela. En lo referido a las canciones, seguimos presos de ese pop berreta descafeinado que caracteriza a buena parte de la industria cultural, circunstancia que mantiene a la obra en la comarca de la mediocridad pasatista…