Más fuerte que el destino

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

Las víctimas no son héroes

Y una vez más nos topamos con una película estadounidense asquerosamente chauvinista y esquemática que pretende lavar culpas sobre las masacres que el gobierno del país del norte vive perpetrando en Medio Oriente en eternas guerras por petróleo y posicionamiento estratégico que destruyen naciones enteras bajo el pretexto de “luchar por la libertad” y pavadas mentirosas así. Ahora la excusa enarbolada para disparar patriotería barata es retratar el padecimiento de Jeff Bauman, una víctima del atentado de la maratón de Boston del 2013 y testigo central que permitió identificar al checheno Tamerlan Tsarnaev, quien junto a su hermano Dzhokhar detonó dos bombas cerca de la línea de llegada matando a 3 civiles e hiriendo a otros 264. El hombre perdió ambas piernas por la explosión y -gracias a la típica manipulación mediática de siempre- se transformó en una figura pública de golpe.

Este opus de David Gordon Green, un director indie que acumula tanta porquería como propuestas potables en su haber, no logra extraer nada atractivo o valioso de la historia de este pobre tipo, quien lejos de ser un militante en contra de la guerra y sus efectos más inmediatos -conociéndolos de primera mano- como el personaje de Jon Voight en Regreso sin Gloria (Coming Home, 1978), del genial Hal Ashby, aquí Bauman (Jake Gyllenhaal) procura pasar por una suerte de agente de propaganda del “espíritu inquebrantable” del pueblo norteamericano… o de su mega estupidez, dicho sea de paso, ya que consentir el incesante envío de tropas al exterior para sostener la industria bélica inevitablemente traerá consecuencias como el presente ataque. De este modo la prédica a favor de la guerra, al defender a sus testaferros políticos, militares y civiles, aplaca todo discurso sobre la paz.

Como suele ocurrir con las biopics acerca de individuos con alguna clase de discapacidad física o psicológica, gran parte de la trama se va en perfilar la lucha en pos de hacer frente a la tragedia y reconstruir la vida del hombre y de sus seres queridos: en términos prácticos el único sostén de Bauman -y el único personaje que aporta algo de racionalidad- es Erin Hurley (Tatiana Maslany), la novia del susodicho, ya que su familia aquí es retratada como una colección de energúmenos ignorantes pertenecientes a una pequeña burguesía venida a menos, lo que en Argentina sería el lumpenproletariado. Desde ya que el desempeño de Gyllenhaal es prodigioso porque hablamos de un actor extremo que lleva en sus genes el sobreexigirse, no obstante sorprende mucho -y para bien- el trabajo de Maslany como una contraparte adulta y responsable ante el escapismo aniñado del protagonista y su parentela.

Lamentablemente el naturalismo que pretenden imponer el realizador y el guión de John Pollono, basado en las memorias de turno de Bauman, se cae a pedazos de a poco por el aburrimiento que genera el relato (no hay ni un ápice de originalidad o una odisea hogareña que valga la pena ser narrada) y por lo maniqueo del planteo ideológico de fondo, esa idiotez de homologar a las víctimas con los héroes cuando ambas no tienen nada que ver sobre todo porque las primeras no aceptaron a conciencia el destino funesto que les tocó vivir -a diferencia de los héroes en serio, los que eligieron su cruzada contra los fascistas del estado- y debido a que esos damnificados/ heridos/ mutilados/ muertos por lo general terminan siendo utilizados por la derecha patética en el poder y sus socios de los mass media como publicidad de sus políticas y del odio condicionado hacia agentes externos (ya sea que hablemos del Islam, la oposición internacional a la globalización o lo que fuera). Más Fuerte que el Destino (Stronger, 2017) es un convite olvidable que al reivindicar el oscurantismo patriotero y apático del pueblo termina convalidando la perfidia de la administración gubernamental cuyas acciones derivaron en el atentado en primer término, siendo asimismo funcional a todo este ciclo de autobombo y autocomplacencia en el que por cada muerto yanqui hay miles y miles de asesinados con drones o vía invasiones varias alrededor del planeta… y ni hablar que la película en cuestión, como la similar Día del Atentado (Patriots Day, 2016) y tantas otras antes, en ningún momento brinda un verdadero análisis -equivalente, por ejemplo, al examen detallado de las penurias del protagonista- sobre los motivos y aquella avidez de justicia que condujeron a las explosiones del 2013.