María Magdalena

Crítica de Rolando Gallego - EscribiendoCine

La rebelde

Con la llegada de Semana Santa algún estreno relacionado a la celebración siempre se suma a la oferta de la cartelera. En muchas oportunidades esas películas, además de tener una connotación religiosa profunda, intentan adoctrinar sobre valores, virtudes, y otras yerbas. El caso de María Magdalena (Mary Magdalane, 2018), de Garth Davis (Un camino a casa), protagonizada por la enigmática pero eficiente Rooney Mara, Joaquin Phoenix y Chiwetel Ejiofor, entre otros, trae una mirada diferente y evita caer en la lección.

María Magdalena trata sobre la épica de Jesús en Nazareth, y el rol de la mujer en el surgimiento del movimiento evangelizador y político detrás de los pasos del hijo de Dios. Comenzando por construir de manera sólida el espacio en el que se desarrollarán los hechos, el guion de Philippa Goslett y Helen Edmundson destaca el momento histórico en el que María Magadalena debió enfrentarse a todos para poder empoderarse y así encontrar su verdadero camino en la vida.

El patriarcado eclosionado por la llegada de un predicador, el que, aparentemente, logra revertir algunas cuestiones políticas y económicas para aquellos que piensan diferente al régimen autoritario en el que habitan. María deberá primero luchar en el seno de su familia la posición con la que decidirá avanzar para tomar posesión de sus convicciones, y luego en la propia sociedad que ve con malos ojos que siga a un “loco” que lo único que hace es prometer una vida diferente a aquellos que lo escuchen.

Garth Davis formula hábilmente los dos momentos, uno en el que María está más presente a través de rutinas diarias, especialmente asignada a las mujeres, y otro en el que acompaña a Jesús a través de lo que constituiría los últimos días de su vida. En el medio se cuelan ideales, anhelos, expectativas, no sólo relacionadas a la mujer, sino a cada uno de aquellos que siguen al líder. Al igual que acontecía en su ópera prima, el director revisita lugares comunes dotándolos de un nuevo sentido y resignificando palabras ya escuchadas o leídas en otros lugares. La cámara en constante movimiento, y el encuadre posicionado símil “espiar” las acciones, ofrecen un verosímil documental a las imágenes que refuerzan el despegue de María Magdalena de otras propuestas de características similares.

Rooney Mara compone a María con mínimos gestos, evitando el golpe bajo y el histrionismo excesivo en momentos claves del relato. La secunda un gran cast, el que termina consolidando las líneas narrativas propuestas por el guion, destacándose Joaquin Phoenix como un Jesús, acaso, el más humano que hasta el momento haya ofrecido el cine. En las actuaciones, y en su acercamiento diferente a un tema que siempre había sido mantenido de manera tangencial radica el potencial de una película que podría haber caído en lugares comunes y estereotipos, pero que prefiere deambular entre el biopic más tradicional, sin abusar de sus parámetros, y construir una historia atrapante sobre la pasión que mueve a seres que buscan su libertad y razón de ser.