Margarita no es una flor

Crítica de Gustavo Castagna - Tiempo Argentino

Reconstrucción de un hecho verídico

Partir de un hecho sucedido en los primeros meses de la dictadura y desde allí convertirlo en un relato cinematográfico.

Partir de un hecho sucedido en los primeros meses de la dictadura y desde allí convertirlo en un relato cinematográfico. Este es uno de los logros de Margarita no es una flor, documental devenido en ficción documental por Cecilia Fiel, quien escarba en lo ocurrido el 13 de diciembre de 1976 cuando el poder masacró a militantes en Margarita Belén, a 20 km.de Resistencia. El monumento a las víctimas está, pero las imágenes del trabajo de Fiel adquieren un compromiso que va más allá de la actitud contemplativa: las cabezas parlantes no representan la única forma de transmitir el discurso, tampoco la voz en off de la directora, apropiándose de una verdad revelada que terminará con la condena a los militares dueños de la crueldad y la muerte. Fiel se manifiesta a través de Ema Cabral, un cuerpo que nunca apareció, una militante de la Juventud Peronista. La directora elige ese punto de vista para recorrer el relato y escarbar en la historia. Margarita no es una flor no es un documental más; se trata del viaje iniciático de su realizadora a la búsqueda de un acontecimiento que durante años estuvo en la oscuridad. El trabajo adquiere un gran compromiso político que se concreta en el grado de responsabilidad moral y en la actitud ética de la directora frente a un hecho y su contexto. No hay glorificación sobre la militancia de esos años, tampoco respuestas inmediatas, ya que a través de una serie de decisiones estéticas y formales prevalece una personal visión cinematográfica sobre el tema antes que la urgencia y la inmediatez del discurso.