Marea humana

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

En coincidencia con la amplia retrospectiva sobre su obra en las más diversas disciplinas que se realiza en Fundación PROA, se estrena en salas argentinas este documental sobre la problemática de la inmigración, los refugiados y los desplazados en todo el mundo.

El de la inmigración desde regiones en guerra o que soportan largas crisis económica hacia los países desarrollados es uno de los temas más conflictivos de estos tiempos y, por eso, no extraña que desde el cine se intente exponer el costado humano de esta verdadera tragedia. De hecho, en el reciente Festival de Mar del Plata se presentaron Sea Sorrow, primer largometraje como directora de la mítica actriz Vanessa Redgrave (una activista que se focaliza en la situación en el centro de refugiados de Calais de todos aquellos que intentan ingresar al Reino Unido) y este documental del chino Ai Weiwei que compitió en la Mostra de Venecia (en la Berlinale 2016 había ganado Fuocoammare: Fuego en el mar, de Gianfranco Rosi).

Tras realizar varias videoinstalaciones, este artista de vanguardia radicado en Berlín tras su larga lucha contra el régimen chino dirigió su primer largometraje que ofrece un panorama bastante amplio sobre la cuestión, ya que Ai Weiwei viajó a 23 países, trabajó durante todo un año con otros tantos equipos de filmación y contó con el asesoramiento y la ayuda de varias organizaciones oficiales y de la sociedad civil.

Bangladesh, Irak, Kenia, México, Macedonia, Hungría, Serbia, Jordania, Israel, Palestina, Grecia, Italia, Argelia, Siria, Turquía, Egipto, Paquistán, Malasia, Afganistán... casi no hay zona en conflicto en la que este infatigable artista no haya estado filmando a la gente que baja moribunda de los barcos, a los que se hacinan en centros de refugiados y a los que desafían a los controles de seguridad en las fronteras defendidas con armas y muros.

Más allá de la elogiable labor de registro y concientización que tiene el film, hay varias cuestiones que hacen “ruido”: la belleza de muchos planos fotografiados como si se tratara de un documental más turístico que político, el abuso de las panorámicas cenitales con drones (que sirven para tomar dimensión de la extensión de ciertos campos para inmigrantes ilegales, pero que terminan abrumando), la musicalización por momentos ampulosa y la decisión de Ai Weiwei de aparecer y desaparecer de cámara sin ninguna justificación (podría haber sido un film con mayor involucramiento, contado más en primera persona, o evitar por completo su presencia en el plano, pero lo concreto es que se queda a mitad de camino).

El film exalta la tarea humanitaria y expone la crítica situación en muchísimas zonas del planeta (en algunos casos los refugiados están en una libertad solo aparente, ya que permanecen durante mucho tiempo en cárceles disfrazadas), pero al mismo tiempo resulta en sus 140 minutos un poco caótico e impreciso en su capacidad de denuncia. El que mucho abarca...