Magia a la luz de la luna

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

Un testarudo Stanley (Colin Firth) en plan Houdini se dedica no solo a deslumbrar al mundo con sus trucos sino que además se siente responsable de liderar una cruzada anti inescrupulosos farsantes en "Magia a la luz de la luna" (USA, 2014) ultimo opus de Woody Allen tras el huracán Jasmine.
Convocado por su amigo Howard (Simon McBurney) deberá intentar desenmascarar a Sophie (Emma Stone) y su madre (Marcia Gay Harden) quienes tienen obnubilados a la familia Linklater con sus sesiones de espiritismo y adivinación.
Sophie (Stone) se pasea por la mansión con sus vibraciones mentales que le sugieren ideas del pasado de los presentes, al punto de hacer rever a Stanley (Firth) todos sus preconceptos e ideas sobre la magia y el mundo.
Allen vuelve a la comedia más sarcástica en la que profundiza una vez más sobre el engaño como motor de la acción y en la que un alter ego funciona como narrador de la historia a pesar que su sentido común le indique que todo lo que le está pasando no puede ser cierto.
Los bellos paisajes de la costa de Francia, filmados con una sugerente delicadeza, al igual que la tradicional música que envuelve a los actores, retoman la línea de un Allen que explora las relaciones sociales y principalmente las amorosas con grandes dosis de ironía.
La película posee un acto inicial en el que la maestría de Stanley como Luei Ling Soo, un ancestral mago del oriente sugiere las particularidades del personaje de Firth, con una reconstrucción de época y atmósferas notables, para luego entrar en una segunda instancia en la que la vulnerabilidad y el desconcierto avanzan para terminar en una situación de total ignorancia.
Sophie avanzará sobre Stanley como un huracán, y a pesar que él se encuentra en pareja, la frescura de la joven, y principalmente, sus habilidades de ilusionismo harán trastabillar al estoico e inmutable mago.
“Magia a la luz de la luna” es una película entretenida con diálogos mordaces y frescos y que potencian una vez más la verborragia de un Allen guionista que decide una vez más dar un paso al costado y regalarle el personaje a Firth, quien está a la altura de la circunstancia.
Hay cierto esquematismo y estereotipo en la generación de los personajes, pero gracias a una soberbia dirección actoral este punto queda solapado, potenciando la fluidez en una trama simple pero contundente.
En el hecho de desenmascarar a un espiritista, de revertir su poderosa atracción sobre la familia Linklater, hay también una historia que es la del propio Stanley luchando contra sus miedos e inseguridades.
“El mundo no es racional y predecible” dice luego de presenciar una revelación de Sophie, algo que se contrapone a ideas como: “no existe el pensamiento mágico” o “no necesitamos ilusiones para vivir” y que a lo largo de su estadía en Francia se va trastocando.
“Magia a la luz de la luna” es un viaje sin escalas a comienzos del siglo pasado, a una época en donde la ingenuidad y la ilusión aún eran posibles, pero también un espacio para que varios Stanleys demostraran que a veces más allá de las pruebas el amor puede cambiar el sentido de lo real.