Madres perfectas

Crítica de Jessica Johanna - El Espectador Avezado

La directora y guionista Anne Fontaine dirige un drama intimista y peculiar protagonizado por dos actrices que hace tiempo demostraron ser más que simples caras bonitas, Robin Wright y Naomi Watts. Tras dirigir películas en Francia como “Coco Avant Chanel” y “Mi Peor Pesadilla”, llega con bastante retraso “Madres Perfectas”, su primera película en lengua inglesa.
Liz y Roz son dos mujeres que rondan los cuarenta pero ellas, rubias, hermosas y sexies aunque ya maduras, viven en un lugar soñado. Ambas son amigas desde la infancia y hoy por hoy, más allá de que una de está casada pero con un esposo que no siempre está, viven a pocos metros de distancia, con un hijo cada una de la misma edad, por lo que también son, naturalmente, amigos.
Familias de un buen porvenir, sin demasiadas preocupaciones. Pero esa intimidad que tienen estas dos grandes amigas de repente comienza a mezclarse y una se acuesta con el hijo de la otra. A partir de este punto bien melodramático es que comienza a desarrollarse la historia principal de esta película. ¿Qué la lleva a una a tener una relación no sólo con alguien mucho más joven, sino con el hijo de su amiga? ¿Pasa por una crisis de la edad, una forma de seguir viéndose sexy? ¿O hay un sentimiento más profundo, algo más real? ¿Se puede aceptar esta relación sólo poniéndose en el mismo lugar?
La directora sabe plasmar ciertas sensaciones por las que pasan estas mujeres, el hastío, el aburrimiento, el aislamiento (apenas tienen contacto con otras personas), el paso del tiempo que ya empiezan a sentir. Hace calor y el ocio se apodera de sus existencias y es entonces que son más susceptibles a lo que las rodea, que no es mucho más que ellos mismos.
Watts y Wright se entregan a sus personajes con una naturalidad sorprendente, permitiendo que el relato se suceda entre miradas, secretos y el paso del tiempo como eje de todo lo demás. Una mirada distinta a un tema complicado, que probablemente genere rechazo a simple vista, pero que acá está manejado con muchos matices que dejan muchas cosas en el aire, para que uno termine de completarlo.
El final es un claro ejemplo de esto, ambiguo pero no precisamente abierto. Extraña pero interesante, “Madres perfectas” es una película a la que vale darle una oportunidad, pues al menos no dejará indiferente al espectador