¡Madre!

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

Para dejar las cosas en claro desde el principio, conviene afirmar que el mensaje del film es tácito y se ubica muy entre líneas, pero apunta sin medias tintas al doble hecho de que la humanidad deja mucho que desear y que el amor es una farsa que eventualmente se cae a pedazos por el típico egoísmo de los hombres y las mujeres, lo que por supuesto no quita que el susodicho tenga sus momentos de gloria a lo largo de lo que dure la relación en cuestión. Aronofsky, que tiene una larga historia con Venecia porque varias de sus obras compitieron en el festival, aquí construye un relato en verdad asfixiante cuyo eje es la frustración de un personaje femenino sin nombre (interpretado por Jennifer Lawrence), la encantadora esposa de un poeta (en la piel de Javier Bardem), un hombre que está atravesando un bloqueo creativo y sistemáticamente desperdicia la oportunidad de ser feliz que le brinda el amor incondicional de ella, porque prefiere en cambio el escurridizo y caprichoso afecto del enclave exterior… con los lectores como el fetiche de sus ansias de ser apreciado por extraños. Desde el inicio la propuesta nos confirma que estamos ante una especie de drama naturalista de encierro con elementos fantásticos y de terror: luego de ver los ojos de una mujer en llamas, apreciamos cómo él coloca en un soporte de una biblioteca un objeto símil piedra de cristal, lo que provoca que los restos quemados de la casa en la que transcurre toda la acción -un inmueble rústico situado en una región inhóspita e indefinida -vuelvan a la normalidad y ella despierte en el dormitorio principal. A partir de allí la historia nos presenta una serie de intromisiones por parte de forasteros que destrozan paulatinamente la estabilidad de la pareja. El hombre celebra y alienta que los otros avancen más y más sobre la intimidad del domicilio con la excusa de que los responsables de este acoso son fans de su trabajo, y la mujer en cambio se siente atosigada y al borde del colapso ante las sucesivas faltas de respeto de huéspedes que se autoimponen como tales y hasta tienen el tupé de juzgarla y arrinconarla en su “bondad” -léase silencio y relativa pasividad- frente a esta avanzada del espacio público sobre el privado. Primero cae de sopetón el misterioso personaje de Ed Harris, luego su esposa -interpretada por Michelle Pfeiffer- y sus dos hijos, y todos a su vez protagonizan una acalorada discusión que deriva en tragedia. Más allá de estas precisiones, resulta difícil describir la entonación de la película ya que Aronofsky apuntala una claustrofobia magnífica sostenida en pequeños detalles mundanos, en agresiones microscópicas que lastiman inconmensurablemente al personaje de Lawrence y su anhelo de calma, de tranquilidad, de poder acceder al corazón de su pareja para mejorar una convivencia que sufre de esa clásica insatisfacción masculina y su necesidad de novedad. El realizador y guionista acompaña a la actriz constantemente con su cámara de la misma forma que siguió los pasos de Mickey Rourke en El Luchador (The Wrestler, 2008) y de Natalie Portman en El Cisne Negro (Black Swan, 2010), con una steadycam orientada a los primeros planos del rostro, el divagar sin rumbo fijo del personaje y la catarata de tomas gloriosamente ininterrumpidas cual documental de observación. Mother! utiliza de manera inteligente la iconografía del terror -con un acento más surrealista y poético que fantasmagórico en el sentido del Hollywood contemporáneo- para esculpir los pormenores concernientes a un dolor que no se verbaliza del todo por la desesperante pretensión de agradar al prójimo, por más que éste resulte un imbécil egoísta de grandes aspiraciones y pocos recursos intelectuales para articularlas… circunstancia que de manera indirecta puede leerse como una crítica a la concepción elitista del arte y la banalidad bobalicona general de nuestros días. El trabajo de Bardem es excelente ya que construye desde la meticulosidad a un monstruo acaparador y caníbal que está convencido de que en realidad es una joyita de persona, y Lawrence vuelve a brillar en todo su esplendor como una mujer que tolera, tolera y tolera desde una óptica tan femenina y naif como abúlica y esperanzada para con un apoyo de él -con vistas a expulsar a los intrusos- que nunca llega. A la hora del extraordinario desenlace el director dispara toda su artillería pesadillesca al punto de transformar lo que hasta ese instante era una reformulación onírica de los thrillers de invasión de hogar en un apocalipsis de una enorme ambición conceptual, totalmente inaudita para el paupérrimo nivel retórico de casi todo el mainstream actual. Mother! lleva al extremo la virulencia, la desproporción y la pluralidad de idiosincrasias que se esconden en todas las relaciones con vistas a dar forma a un retrato nihilista de la condición humana y de su única faceta positiva, el amor, pateando el tablero de la previsibilidad de los géneros y examinando un abanico de emociones contradictorias -subyacentes a personajes de los que no tenemos datos concretos más allá de su comportamiento frente al entorno- a través de una fábula cíclica alrededor de los tiempos muertos y los reinicios de nuestra vida, el misterio del otro semejante y la posibilidad de que estemos en este mundo sólo para morir y no mucho más… sin que en el final importen demasiado las ilusiones de justificación, tengan éstas que ver con el proyecto de un libro, la adoración externa, la inquebrantable integridad de la casa propia, el amor del compañero sexual o la construcción de una familia.