Madagascar 3: Los fugitivos

Crítica de Diego Maté - Cinemarama

Canción animal

Como los peces de El Espantatiburones o los guerreros de Kung-Fu Panda, los personajes de Madagascar 3: Los fugitivos son estereotipos metidos a presión en cuerpos de animales. Alex, Marty, Gloria y Melman, el cuarteto protagónico, se comportan como humanos y muy rara vez lo hacen como animales. Es lo que tienen las películas de Dreamworks: nunca terminan de jugar del todo con los materiales con los que cuentan, siempre tienen que humanizar y sacar de contexto. Alex es un león pero en toda Madagascar 3 no realiza una sola acción de león; eso sí, es capaz de idear (aunque después le salga mal) una misión en el casino de Montecarlo a la manera de un caper film, o de aprender trapecio y hasta de inventar un estilo nuevo para ejecutarlo. Uno no les pide a los personajes que sean como los pingüinos de Happy Feet (que bailan pero continúan siendo rigurosamente pingüinos) o la mayoría de las criaturas de Pixar, pero es inevitable preguntarse el por qué de la elección de animales para contar una historia que prácticamente no habla de ellos. Quizás la premisa haya tenido más sentido en la primer película, y un poco todavía en la segunda (un grupo de animales salvajes que viajaba a África y no se adaptaba ni por asomo a su ambiente natural; era un buen chiste eso), pero la tercera deja ver una total falta de interés por explorar las posibilidades de la animalidad y, claro, de respetar sus límites.

En este sentido, otro problema es la plasticidad absoluta que los directores profesan como credo último. Los personajes pueden hacer, físicamente hablando, lo que quieran; no hay demasiadas reglas para seguir, y entonces en Madagascar 3 se puede ver una cebra que vuela y flota sobre el aire, un león y una leona que hacen trapecio, un tigre que lanza cuchillos o unos pingüinos-soldados-de-elite-medio-violentos-y-fachos (siguen siendo lo mejor de la serie, lejos). Sobre todo, se dedican a cantar, bailar y hacer coreografías: a todo eso se le dedica una buena cantidad de escenas, a reforzar el costado musical del relato y los personajes. Así, los protagonistas no solo no son animales sino que, además, pueden ser (y hacer) cualquier cosa. Y de eso depende, en buena medida, el slapstick un poco torpe, gratuito y siempre acelerado que signa todo el relato, como pasa en casi cualquier película de Dreamworks; depende, decía, de esa elasticidad y tirantez máximas que son capaces de soportar los cuerpos en el cine dreamworksiano. El número del tigre Vitaly (en el que atraviesa un anillo en llamas pequeñísimo) o, mejor, el acto multitudinario del circo, son buenos ejemplos de esa total maleabilidad y ausencia de restricciones que termina generando un espacio y una sin narración verdadera tensión: donde no hay reglas tampoco puede haber peligros reales.

Sin tener muy presentes las películas anteriores, se puede notar cómo Madagascar 3 exhibe los síntomas de un malestar (narrar una historia con animales que no lo son) con la inclusión de dos personajes que, no por nada, son de lo mejor y más cómico de la película. Uno es el de la osa; una osa hecha y derecha, con cuerpo, actitudes y gestos de oso. Encima es bastante fea, babea y no habla. Sus apariciones construyen un humor que apuesta, esta vez sí, al trabajo con el cuerpo y con el hecho de ser animal. El otro personaje es el de la encargada de seguridad DuBois que, a diferencia de los protagonistas y sus amigos, hace cosas como detectar olores, seguir huellas o caminar sigilosa con la panza pegada al piso. DuBois es otro de los aciertos de la tercera entrega: además de implacable, ella es una mujer un poco desagradable que actúa, literalmente, a lo bestia (no es casual que sea DuBois la que termine encerrada en la jaula de Alex).

Madagascar 3 no viene a sumar demasiado al universo de las películas anteriores: en ese mundo siguen habitando los mismos animales que se comportan como gente y el humor continúa siendo el paródico y de slapstick repetitivo que abunda en el cine de Dreamworks. Como siempre, los pingüinos soldados hacen desmanes memorables y uno quisiera que salgan en todas las escenas.