M3gan

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

La sustitución parental definitiva

La tecnología hoy por hoy, por lo menos desde la perspectiva unilateral paterna, cumple el mismo rol que históricamente cumplieron los juguetes y el acto lúdico en general, hablamos de alejar a los niños y garantizar un mínimo momento de paz para los adultos, algo que tiene que ver con la naturaleza adictiva de lo digital, la displicencia y falta de serenidad en aumento de los progenitores, la sobreestimulación sensorial del Siglo XXI, la multiplicidad de tareas y obligaciones diarias, la paranoia/ el miedo a no poder cumplirlas y la madurez más temprana de los mocosos a raíz del combo previo, esquema que desarticula las fases clásicas del crecimiento biológico y poco o nada tiene que ver con la socialización en sí de los niños como preocupación parental de fondo, ésta considerada automática o “natural”, aún desde lo digital, y derivada de la centralización de los Estados modernos y la creación del sistema educativo, faenas relativamente recientes que divorcian al nene de su familia. El déficit de atención de los mayores, la dependencia tecnológica in crescendo y el carácter de por sí a veces insoportable de los purretes, bombas en potencia o “responsabilidades con patas” cada día menos atractivas en tiempos de un predominio del hedonismo más hueco y beligerante, son los ejes conceptuales cruciales de M3GAN (2022), film del neozelandés Gerard Johnstone, aquel de la muy disfrutable Housebound (2014), producido y escrito por James Wan, una propuesta que por cierto confirma el excelente nivel de calidad que están atravesando las obras del cineasta australiano de ascendencia malaya después de Maligno (Malignant, 2021), otra sorpresa rotunda que -al igual que la película que nos ocupa- supo retrotraernos a lo mejor de la Clase B de las décadas del 80 y 90, cuando la producción del terror era de lo más efervescente porque se acumulaban una enorme cantidad de propuestas de bajo presupuesto que no sólo resultaban imprevisibles sino que combinaban géneros a lo loco sin ese trasfondo “prolijito monotemático” del mainstream promedio estadounidense.

Como si se tratase de un querido “directo a video” de finales del Siglo XX o comienzos de este nuevo milenio, M3GAN es una trasheada a la vez absurda, sensata y muy inteligente que sabe balancear a la perfección los ingredientes cómicos, terroríficos y de ciencia ficción mediante una historia de reemplazo afectivo/ intelectual en el hogar que tiene por núcleo a una muñeca de lo más particular, mixtura bizarra entre Chucky, Barbie, una sex doll, un típico personaje de manga/ anime y el look estándar de las divas del Hollywood de los 50, un detalle reconocido por el propio director cuando señaló que los modelos del caso fueron Grace Kelly, Audrey Hepburn y Kim Novak. El relato de base fue concebido por Wan y Akela Cooper y el guión final es de esta última, escritora televisiva que saltaría al séptimo arte mediante Hell Fest (2018), opus fallido de Gregory Plotkin, y la citada Maligno: luego de que sus padres muriesen en un horrible accidente de tráfico que también la tuvo como protagonista, Ava (Kira Josephson) y Ryan (Arlo Green), una nena llamada Cady (Violet McGraw) termina al cuidado de su tía materna, Gemma (Allison Williams), una ingeniera especializada en robótica que en este futuro ignoto trabaja para la empresa Funki, fabricante de juguetes de vanguardia, y tiene de jefe a un tal David Lin (Ronny Chieng), quien está obsesionado con la competencia y por ello la presiona para que entregue una versión más económica de los productos bobos más vendidos en vez de dejarla avanzar con un prototipo experimental bautizado M3GAN, acrónimo de Model 3 Generative ANdroid, efectivamente un robot destinado a convertirse en el juguete definitivo e incluso en sustituto de los adultos que velan por los niños. El desajuste hogareño es inmediato porque la nena está deprimida por la tragedia y Gemma no muestra interés en la mocosa ya que la prioridad es su trabajo en Funki, así opta por finiquitar a M3GAN para que oficie de “madre postiza” mientras ella continúa con sus labores diarias, no obstante el androide resulta algo mucho sobreprotector.

Wan no oculta que estamos frente a una cruza entre La Mala Semilla (The Bad Seed, 1956), de Mervyn LeRoy, Las Esposas de Stepford (The Stepford Wives, 1975), de Bryan Forbes, Chucky: El Muñeco Diabólico (Child’s Play, 1988), de Tom Holland, Hardware (1990), de Richard Stanley, y La Huérfana (Orphan, 2009), de Jaume Collet-Serra, e incluso coquetea con el slasher una vez que nuestra muñeca tuneada avant-garde desata su furia contra todos aquellos que amenazan física o psicológicamente a Cady, como el perro de la vecina Celia (Lori Dungey), un animal que se abalanza contra el androide y la niña cuando ambos osan entrar en la morada contigua, o un purrete psicópata llamado Brandon (Jack Cassidy), quien “viola” simbólicamente a M3GAN -esto es el mainstream yanqui, casi todo está vedado para lograr una baja calificación por edad para el estreno masivo en salas- cuando se lleva a la muñeca, la tira al suelo, le saca un zapato, la golpea en la cara e incluso le agarra el pelo, ganándose que la susodicha le arranque una oreja y provoque un accidente automovilístico en el que muere atropellado. Williams, vista en ¡Huye! (Get Out, 2017), de Jordan Peele, La Perfección (The Perfection, 2018), de Richard Shepard, y Horizonte Mortal (Horizon Line, 2020), de Mikael Marcimain, no es una gran actriz pero cumple y se ve compensada por el desempeño de la pequeña McGraw, conocedora del terror por sus participaciones en Doctor Sueño (Doctor Sleep, 2019), de Mike Flanagan, y Oscura Separación (Separation, 2021), de William Brent Bell, y sobre todo del dúo que compone a M3GAN, Amie Donald y Jenna Davis, cuerpo y voz respectivamente, las cuales se lucen cuando el robot pasa de lo defensivo al ataque en pos de eliminar cabos sueltos, nos referimos a los geniales asesinatos de Celia, que no deja de molestar por su perro “desaparecido”, y David más su asistente Kurt (Stephane Garneau-Monten), quienes se topan con la muñeca y ésta decide cargárselos aprovechando que Kurt sustrae secretos industriales de Funki porque Lin suele maltratarlo.

Esta segunda película de Johnstone, quien desde Housebound no hizo demasiado más allá de un par de encargos para la TV de Nueva Zelanda, aglutina una riqueza insólita para un producto yanqui en materia de elementos constituyentes y lecturas que abre el relato, en este sentido se puede pensar a M3GAN como un melodrama familiar de pérdida, un gran ejemplo de terror frankensteineano, un representante de la ciencia ficción de inteligencia artificial descontrolada, un thriller de espionaje y barrabasadas empresariales, una fábula sobre ortopedia emocional y triste sustitución parental, una comedia negra de dependencia tecnológica, una fantasía lúgubre acerca de la indolencia de los adultos actuales para con sus vástagos, un exploitation poco sutil -o una acepción mordaz y robótica de entrecasa- de todas las realizaciones citadas, una parodia tácita de esa codicia capitalista siempre caníbal o neurótica, una epopeya de gore moderado aunque muy imaginativo, una reflexión sobre el dilema femenino actual entre la carrera y la maternidad, una sátira en torno a una pugna vecinal suburbana, un homenaje camuflado a las divas de los 50 pero también al anime y el manga modelo mecha, una alegoría old school sobre el precio de obtener lo que se desea sin medir las consecuencias, un análisis acerca de la “pacificación” virtual de los niños de hoy en día y finalmente una faena Clase B de impronta agitada y socarrona pero sin chistes tontuelos a la vista, todo derivado de la misma historia. Wan y Johnstone se hacen un festín con el choque de voluntades, basado en el apego fanático de Cady hacia M3GAN porque de hecho la muñeca es la única que le presta atención, en el carácter progresivamente posesivo del androide en relación a la niña, sustrato derivado de la maldita inteligencia artificial que cosifica a todos, y en la decisión tardía de Gemma en lo que atañe a corregir sus fallos y su vagancia, homologando lo femenino a lo masculino porque la solitaria ingeniera parece ser una workaholic que se debate entre lo anodino, la frigidez sexual o lo lésbico en potencia…