Lulu

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

La nueva incursión cinematográfica de Luis Ortega “LuLú” (Argentina, 2015) es una historia de amor irrefrenable, explosiva, única entre dos seres solitarios, marginales que sólo buscan el ser contenidos por el otro muy a pesar de aquello que realmente les sucede alrededor.
Ella, Ludmila (Ailin Salas) y él, Lucas (Nahuel Pérez Bizcayart), son dos jóvenes que deambulan por la ciudad buscando la manera de sobrevivir sin siquiera tener como meta u objetivo el poder encontrar un espacio que los tranquilice y satisfaga sus verdaderas intenciones.
Mientras él sale bien temprano a buscar en un corroído camión restos de carne y hueso con un jefe (Daniel Melingo) bastante particular, ella se sube a su silla de ruedas en la que mendiga, muchas veces con él.
De espíritu libre y a la vez atado el uno al otro, “LuLú” nos habla de la soledad ante la existencia repleta de carencias y que ineludiblemente lleva a lugares límites en los que a partir del consumo de drogas y alcohol, las características de él se potencian y las de ella se mantienen aún más alerta.
La lograda interpretación de la pareja protagónica, más la minuciosa descripción que el guión y las imágenes hacen de ambos, hacen que la empatía con ellos sea inmediata e inevitable. Al entrar en el universo que Ortega les brinda, tan sólo algunas secuencias exageradas desentonan con la mirada realista, que a pesar de no querer hacerlo, termina teniendo todo el filme.
Una narración digresiva, con algunos disparadores de tensión y climax (ay la escena en la que Lucas se relaciona con la joven embarazada que conoce en la calle) potencian “LuLú” hacia un lugar que el director siempre lleva sus propuestas.
Así, si en sus filmes anteriores la mirada del universo tenía como parámetro siempre la capacidad de poder abarcar los personajes con un dejo de lástima o conmoción, aquí la pasión que emanan por vivir cada uno de los protagonistas, termina por hacer superar la compasión por un sentimiento mucho más ligado a la euforia, la misma que Lucas mantiene durante todo el metraje.
Como si Ortega tamizara la obra de Leonardo Favio y se quedara con los destellos localistas, pero también con el amor por los personajes que éstos contienen, “LuLú” es una película urbana que rechaza la clasificación y a partir de silencios y pocas palabras se termina por configurar una obra vibrante que emociona todo el tiempo.
Tal vez algunas decisiones de Lu y Lu pueden llegar a hacer pensar al espectador que la narración es forzada hacia espacios border, pero cuando uno termina por ver la obra en su totalidad, finalmente termina por comprender el porqué de cada decisión que el guión enumera.
“LuLú” habla de la soledad, del dolor, del tener que crecer de golpe, de la amistad, y principalmente de la urbe como gigantesca amenaza ante seres pequeños, los que, sin la contemplación de alguien que los rescate, pueden llegar, no en este caso, a perecer sin más ambición que despertar al otro día junto al ser amado.