Los viajes de Gulliver

Crítica de Emiliano Fernández - CineFreaks

Carisma y levedad

Antes que nada conviene llamar a las cosas por su nombre y no andar con eufemismos: Los Viajes de Gulliver (Gulliver´s Travels, 2010) es el típico producto hollywoodense que toma prestada una premisa cualquiera, en este caso extraída de la inmortal obra de Jonathan Swift, con vistas a explotarla en tanto vehículo a la medida de la estrella de turno. En un contexto de estas características el éxito o el fracaso depende de la capacidad de los responsables de mantener una mínima dignidad y no traicionar a un público ATP adepto a los lugares comunes, los chistes previsibles y esa recurrente catarata de efectos digitales.

Otro factor importantísimo para poder disfrutar del convite pasa el simple gusto personal de cada espectador: si el protagonista no resulta simpático la experiencia en su conjunto puede volverse en extremo insoportable. Por cierto actualmente no debe existir intérprete que divida más las aguas que Jack Black, un verdadero “tómelo o déjelo” cinematográfico. El actor de maravillas como Escuela de Rock (The School of Rock, 2003), Nacho Libre (2006) y Rebobinados (Be Kind Rewind, 2008) es en sí mismo un cúmulo de referencias musicales, televisivas y de cultura pop en general que no siempre son aceptadas por todos.

Como la trama es archiconocida sólo diremos que ahora Lemuel Gulliver (Black) es un triste empleado de correos que -fruto de su amor por Darcy Silverman (Amanda Peet)- termina con el encargo de escribir una nota acerca del Triángulo de las Bermudas. Desde ya que pronto se pierde con su embarcación en medio de una terrible tormenta y sin quererlo arriba a Lilliput, una tierra en la que será un gigante entre diminutos seres humanos. El limitado guión de Joe Stillman y Nicholas Stoller deja bastante que desear y los mejores momentos del film dan la sensación de que han sido improvisados por el estupendo elenco.

De hecho, Emily Blunt como la Princesa Mary y Chris O´Dowd como el malvado General Edward colaboran contrapesando el carisma visceral de Black. El anodino Rob Letterman, en su tercer opus luego de Monstruos vs. Aliens (Monsters vs Aliens, 2009) y El Espanta Tiburones (Shark Tale, 2004), sustituye el tono satírico del original por una prudente levedad que no molesta pero tampoco despierta demasiado entusiasmo. Si bien los CGI cumplen para el nivel contemporáneo, el doblaje al castellano es paupérrimo: aún así se agradecen las hilarantes alusiones a Star Wars (1977), Titanic (1997) y Kiss de Prince…