Los últimos

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

Nicolás Puenzo pertenece a una estirpe cinematográfica que ha marcado a fuego el cine argentino. Hijo de Luis Puenzo, hermano de Lucía Puenzo, sus pasos en la realización datan desde que tal vez se puso una cámara al hombro muy pequeño o comenzó a acompañar a su padre a los rodajes. O sea, desde siempre.
No es tan desacertado pensar que “Los Últimos” (2017), su “ópera prima cinematográfica”, sea tan solo un paso más en ese largo camino que ha desandado desde Historias, la productora familiar, o Puenzo Hnos, su otro emprendimiento, y del que ya hemos visto muchas películas como asistente, y, más cercano en el tiempo, su serie “Cromo”, firmada junto a Lucía.
Con varios puntos en común con esta producción televisiva, “Los últimos” cuenta una historia de amor en medio de un contexto urgente y desesperado de un mundo apocalíptico, pero presente, en el que la guerra por el agua es tan sólo uno de los muchos inconvenientes que la pareja tendrá por superar. Yaku (la debutante Juana Burga) y Pedro (Peter Lanzani) verán cómo su suerte queda librada al azar en medio de intereses geoeconómicos que determinarán sus pasos hasta obtener aquello que desean de ellos.
En medio del caos, el amor, un amor tan ingenuo que se escapa de los canones cinematográficos, y que llevan a un plano hasta casi irreal de esa profundidad que el mismo posee. Mientras avanzan por el desierto, en busca del padre de uno de ellos, se van topando con trabas, que les impiden continuar el camino hasta donde desean terminar juntos, y la noticia de un embarazo, además, les ofrecerá la oportunidad de seguir creyendo el uno en el otro a pesar de todo.
El guion por momentos desea profundizar en cuestiones técnicas del escenario que plantea, con una especial atención ubicada en la zona de “conflicto” en la que los protagonistas permanecerán junto a un líder (Germán Palacios) que responde a intereses encontrados de ambos bandos. La puesta, la belleza, paradójicamente, de los escenarios naturales intervenidos por el hombre con sus desechos, otorgan verosímil a este cuento apocalíptico de supervivencia, pero también de transgresión.
Algunos estereotipos, como la participación de Natalia Oreiro en plan doctora de Médicos Sin Fronteras, y resoluciones que se precipitan hacia el final, sumado al ritmo pausado de la primera etapa, resienten una propuesta potente y sólida que además permite concientizar o disparar posteriores discusiones acerca de problemáticas ambientales y la necesidad de entender que la megaminería sólo sirve como beneficio de unos pocos.
Juana Burga sorprende en su debut, con una actuación creíble como esa mujer que lucha para seguir adelante junto a su amor a pesar de todo. Lanzani compone a Pedro de manera verosímil, sin importarle, al contrario, el aspecto que ofrece en la pantalla.
Loable debut para un director que tiene en claro aquello que desea contar, y sabe de lo que habla, otorgando entidad, calidad y una imagen única a su historia. Nicolás Puenzo es sin dudas, una figura a seguir de cerca dentro del panorama de la cinematografía Argentina.