Los últimos

Crítica de Denise Pieniazek - Metacultura

Los últimos serán mejores

Los Últimos es el título de la ópera prima de Nicolás Puenzo, hijo del reconocido director Luis Puenzo, quien nos propone un sentido viaje de supervivencia de dos refugiados en medio de una distopía social sudamericana abrumadora. La pareja protagónica compuesta por Peter Lanzani y Juana Burga (modelo que debuta cinematográficamente aquí) decide emprender una odisea desde un campo de refugiados hacia un nuevo destino que les permita salir de la opresión que viven.

Los Últimos centra su temática en la explotación de los recursos naturales -sobre todo el agua- y en consecuencia la escasez que esto produce, además de un fuerte conflicto social que termina por desatar una especie de guerra civil. En dicho sentido, la narración comienza metafóricamente con un funeral y la mención al maltrato de la Pachamama (Madre Tierra), quien estará presente todo el tiempo a través del plano sonoro como un ritual constante, pidiendo ser escuchada.

Ambientada en Bolivia en el año 2016, Los Últimos es un relato que en palabras de su autor comienza siendo postapocalíptico para virar luego hacia el realismo. Sin embargo, ciertos elementos del guión y algunos cabos sueltos la distancian del realismo, pero resultando aun así un relato verosímil, reflexivo y conmovedor.

La pareja protagónica se empalma con el paisaje, la estética del filme es austera y realista. Los personajes reflejan las grietas del suelo a través de sus cuerpos, en dicho sentido Nicolás Puenzo ha titulado dicha fusión como una “belleza intoxicada”, puesto que esa explotación de recursos que se manifiesta, ha llegado también a quienes habitan la tierra.

Una vez que la joven dupla atraviesa el desierto, y un arriesgado viaje en tren cruzando fronteras (las cuales funcionan más bien como lindes), se toparán con conflictos y juegos de poder más complejos que la sed y el hambre.

Allí aparece el personaje más interesante del largometraje, Ruiz, interpretado con la excelencia que caracteriza siempre a Germán Palacios. Ruiz es un fotógrafo contratado por el villano encarnado por Alejandro Awada. Aquí se marca una clara dicotomía entre buenos y malos, en la que Ruiz encarna la ambigüedad de dicho binarismo. Este fotoperiodista debe capturar momentos del conflicto, los cuales resultan ser un constructo, un falseo de la muerte, recordándonos que en todo hay una selección, un encuadre, un recorte que depende desde qué punto de vista desea ser escrita la historia, tal como dice Ruiz: “no todas las fotos cuentan la verdad”.

En esta puja de fuerzas opuestas entre los opresores y la resistencia, el guión se excede con la grandilocuencia de incluir ejércitos norteamericanos en representación de un imperialismo que le quita verosimilitud al relato creando ciertos agujeros. Entonces esa austeridad y belleza atípica que venía manejando la película (no es casual que su director sea también cámara y director de fotografía) en el plano estético y narrativo se contaminan al igual que la tierra con cierta exageración poco apropiada en el discurso.

En conclusión, Los Últimos es un relato con originalidad dramática que mediante la belleza cruda logra hacer reflexionar y sentir al espectador en todo momento. A pesar de sus desajustes en los momentos de acción, refiriendo a ese género cinematográfico, logra mantener intrigado al espectador constantemente en un lugar incómodo pero soportable: hay una pena constante que no es una agonía, y esto habla de la inteligencia narrativa de la misma.

Finalmente, al igual que muchos otros relatos cinematográficos, el agua, el mar, funcionará como distención, porque ésta suele representar metafóricamente esa vuelta al origen y la circularidad que se menciona en Los Últimos a través de la leyenda de “la serpiente que se muerde la cola”. En cuanto al destino de los protagonistas hay cierta similitud casual con otro film nacional estrenado recientemente, No te olvides de mí (2016).

Por último, la distopía de Los Últimos propone una conexión inmediata con el presente que lleva al espectador a reflexionar automáticamente acerca de la explotación minera y de todos los recursos naturales, aproximando ese futuro incierto al presente.