Los santos de la mafia

Crítica de Maximiliano Curcio - Revista Cultural Siete Artes

Precuela de “Los Soprano”, emitida entre 1999 y 2005, “Los Santos de la Mafia” nos trae los orígenes de un gángster modélico. Catorce años después, el guionista y creador, David Chase firma el guión de la presente película en compañía de Lawrence Konner. Preámbulo de la célebre obra de culto, el film, con dirección de Alan Taylor, nos atrae mediante su lograda y potente óptica un hito memorable de la pantalla chica. Observamos la formación de un líder en calles nevadas de sangre. En la piel del joven Tony Soprano se encuentra Michael Gandolfini, hijo de James Gandolfini, icónico intérprete fallecido en 2013. La remisión a eventos que se dan por sentado nos confirma que se trata el film de un producto enfocado a fanáticos de la serie.

El odio racial, las revueltas sociales y la lucha territorial sazonan el relato. Uno que conforma su identidad a través del crudo muestrario acerca de quienes dominan las calles de Newark, New Jersey. En “Los Santos de la Mafia”, la violencia es regla de negocio para héroes y villanos, tan fatales como falibles. Existen patrones típicos de atracos, alianzas y traiciones perpetradas por el crimen organizado, que elevan al carácter de caricatura la exploración profana llevada a cabo por el cine de Martin Scorsese, en films como “Buenos Muchachos” (1990), “Casino” (1995) y “El Irlandés” (2019).

La iconografía del cine de mafiosos, que proliferara en Hollywood, mayormente durante los años ’70 y ’80, gracias a crudos retratos llevados a cabo por Francis Ford Coppola y Brian de Palma, inspira a la presente propuesta. Una puesta en escena y recreación de época inobjetables colaboran al disfrute de la propuesta. La puerta abierta a una futura película, como deducida bisagra a la temporalidad intermedia existente entre el film y la serie, nos indica que la balacera recién ha comenzado