Los prohíbidos

Crítica de Marcos Ojea - Funcinema

UN COLLAGE ENOJADO

El más reciente documental de Andrea Schellemberg aborda una problemática surgida en las entrañas del Congreso de la Nación: el cese de actividades de la muestra destinada a visibilizar los libros prohibidos durante las últimas dictaduras, desde la Biblioteca Peronista incautada por la Revolución Libertadora, hasta los textos que sufrieron la censura desde 1976 en adelante. La directora establece como eje el relato de Silvana Castro, que trabaja en la Biblioteca del Congreso y es la principal responsable de los intentos por restaurar el proyecto, pero desde el primer momento la película toma una decisión que, durante sus 65, va a atentar contra sí misma hasta verse afectada de manera irreversible, incluso invalidándose.

Lo primero que vemos es una conferencia en donde el ex presidente Mauricio Macri habla sobre clausurar el pasado y mirar hacia el futuro, haciendo hincapié en la “estafa” que para él representa la cantidad de empleados con los que cuenta la Biblioteca del Congreso. En unos pocos minutos queda clara cuál es la intención de Schellemberg: denunciar la gestión de Cambiemos a través de la historia de una de las tantas actividades desmanteladas durante los cuatro años de gobierno macrista. Basta con escuchar la retórica sin recursos del ex presidente, su desdén por la memoria manifestado a través de frases que parecen decir una cosa pero dicen otra, para entender por qué el documental elige arrancar así. Es un inicio que declara posición, que se juega por una parte; el problema viene después, cuando avanza sin hacer caso a su premisa y se entrega a una ejecución proselitista sin tener, en apariencia, ambición cinematográfica alguna.

La directora deja de lado el formato de entrevistas y hace que su cámara recorra los pasillos del Congreso y las calles que lo rodean en un estilo observacional, casi sin entrometerse, a la manera de Frederick Wiseman (uno podría pensar en su documental Ex Libris, donde da cuenta de la vida diaria en la Biblioteca Pública de Nueva York). Pero mientras el director norteamericano recorre pasillos y dependencias como un testigo, buscando naturalidad en lo que vemos y formando finalmente una imagen orgánica y completa de la institución, Schellemberg somete a sus protagonistas a situaciones forzadas que intentan mostrar la rutina de la Biblioteca y del trabajo en el archivo, pero que no son más que recreaciones donde sobresale el artificio.

A esto se le suman las reiteradas intervenciones de material televisivo sobre la marginalidad con la que se vive afuera del Congreso, o sobre las manifestaciones reprimidas por la policía, y que Silvana Castro observa desde un sillón junto a su marido y su gato. Es evidente que el film intenta, a través de estos fragmentos (o de otros episodios donde se pueden ver sesiones de diputados y senadores, o una reunión donde se habla del conflicto entre Manaos y las comunidades de pueblos originarios), que su denuncia no se quede sólo en la problemática de los libros prohibidos, y abarque todo el espectro afectado por las políticas del macrismo, pero es la forma en que organiza el relato que la cuestión de los libros y la censura termina quedando anulada.

Incluso el segmento donde Castro habla de su experiencia en los años del Proceso, donde estuvo detenida durante dos meses, (y que abre aristas de interés sobre el rol de la familia y su complicidad en los casos de estudiantes secuestrados), no termina de cuajar en una propuesta que, por más curioso que parezca, no puede parar de evitar su tema central. Porque el documental se llama Los prohibidos y pese a que la cámara registra algunas conversaciones al respecto, la mayor parte del tiempo la película se parece más a un recorrido turístico por el Congreso de la Nación, remarcando la importancia de la Biblioteca para el trabajo de investigadores; un recorrido intervenido por clips sobre el deterioro del país a manos de un gobierno neoliberal. Schellemberg subraya una y otra vez que la censura aún existe, pero en lugar de hacer uso de un material de base sumamente rico, intenta más de una película a la vez y, al final, termina con un collage fallido, a pesar de sus buenas intenciones. Lo que se dice, una lástima.