Los Pitufos en la aldea perdida

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

RAPIDOS Y PITUFOS

Olvidando velozmente las dos películas dirigidas por Raja Gosnell, que mezclaban animaciones con acción real, la franquicia de Los pitufos se relanza con un film totalmente animado dirigido por el experimentado en la materia Kelly Asbury (Gnomeo y Julieta, Shrek 2, Spirit). Y más allá de la simpatía que pueden generar los personajes creados por Peyo y de la lógica mucho más coherente de un mundo totalmente animado, Los pitufos y la aldea perdida no termina de funcionar, fundamentalmente por la recurrencia a una velocidad que impide la reflexión que se pretende y a un humor repetitivo en su búsqueda de un slapstick que la acerque al cartoon clásico.

El eje del film es una obsesión de siempre: qué o quién es la Pitufina, esa única mujer que habita un universo de hombres. Y seducida por la búsqueda de sus orígenes, la rubia pitufa terminará involucrando a tres de sus amigos en una aventura que acabará dando con una aldea -la del título- que es casi un espejo de la otra, pero donde reina lo femenino. A partir de este detalle, el film intentará acercar una mirada sobre los roles de hombres y mujeres, y demostrar que lo femenino no es necesariamente lo débil y ni siquiera precisa de los hombres para su debida subsistencia. Obviamente, hacia el final la unión hará a la fuerza y todos juntos combatirán contra el malvado Gargamel, obsesionado como siempre por cazar pitufos y elaborar una pócima que le otorgue poder supremo.

Está claro que Los pitufos y la aldea perdida se sostiene sobre la base de las buenas intenciones y los mensajes edificantes: convengamos que eso era un mal del original, donde cada estereotipo pitufo servía como analogía de lo humano. De hecho, el comienzo del film parece hacerse cargo de eso con una suerte de falso documental, una idea divertida en la que se recorre la aldea encontrando cientos de pitufos a cada cual más ridículo en su singularidad (el pitufo que muerde mesas es lo más). Pero hay un problema básico en la película que tiene que ver con una decisión formal, que es la de apostar a la velocidad furiosa: Asbury planifica su película alrededor de constantes secuencias de acción, donde los personajes saltan, corren, se chocan repetidamente. Ese vértigo, que no está del todo bien trabajado y aparece más como un manotazo para ocultar la falta de ideas, lo que termina haciendo es anular la mínima reflexión a la que la película podía arrimarse.

El vértigo, que funciona en el cartoon clásico debido a una planificación en la puesta en escena y en las formas que adquiere la animación, no es un recurso adecuado si está mal utilizado. Los pitufos y la aldea perdida es una montaña rusa sin frenos ni remansos, agotadora, en la que todo pasa a los gritos y con la clara intención de seducir únicamente a un público infantil al que el efecto de golpes y tropezones lo lleva a la risa en loop. Esta película, que por otra parte tiene un aspecto visual impactante y en el que reside parte de su fuerza, es otro acercamiento fallido al universo de unos personajes que tal vez estaban bien en la televisión, en el cómic o en nuestro recuerdo.