Los Pitufos 2

Crítica de Santiago García - Tiempo Argentino

El negocio vs. la película

En un nuevo exceso del cine industrial que sólo piensa en la taquilla, esta entrega con los famosos personajes de historieta falla en los chistes y la dirección de Raja Gosnell.

Los Pitufos (Les Schtroumpfs en el original francés) son una creación del dibujante belga Peyo, que los colocó como personajes secundarios en una de sus historietas a fines de la década del '50. Tal fue el éxito de los personajes, que inmediatamente tuvieron sus propias historias y siguieron creciendo hasta llegar a estos dos largometrajes con actores hechos en Hollywood (no los primeros films con Los Pitufos, por cierto).
En el medio, claro, Hanna-Barbera produjo la famosísima serie de dibujos animados de la cual se hicieron ocho temporadas, siendo uno de los dibujos más animados más exitosos de todos los tiempos.
La tentación de una película no se hizo esperar, y los resultados fueron buenos para el negocio, malos para el cine. Peor aún, para esta secuela contrataron a Raja Gosnell, un obediente empleado de la industria que –salvo algún error– no ha sido capaz de hacer una película aceptable en toda su carrera.
De lo peor que ofrece Hollywood, a Gosnell sólo lo respalda la idea de que no interrumpe el negocio haciendo películas buenas. Y eso se nota en Los Pitufos 2, donde ideas aisladas no logran nunca formar un todo con sentido.
Sí, la voz de Katy Perry (en el original en inglés, claro) y la canción de Britney Spears (que se escucha sobre los créditos finales) sin duda sumarán puntos a las ventas, pero poco pueden lograr para mejorar esta película. Todo el cine industrial busca hacer negocios, no hay duda, pero hay títulos, como éste, que no se preocupan por hacer algo más para los espectadores.
Los pitufos "de carne y hueso" de las películas son muy tiernos, pero su modernización urbana y su interacción con actores es por lo menos triste. Tanta desesperación por actualizarlos sólo conduce al aburrimiento. Aunque la tecnología de este film muestra un avance técnico en la animación y en los efectos, está la pereza de los chistes.
Para quienes no hayan visto la primera, esta película podrá ser mediocre, pero para quienes ya han sufrido esta desafortunada adaptación a la pantalla, los chistes resultarán definitivamente agotadores. París de fondo le agrega sólo un poco de belleza y un montón de lugares comunes.
La vigencia de los pequeños azules no está en duda, tan solo es una pena que no hagan con ellos algo simpático o entretenido.