Los pequeños Fockers

Crítica de Santiago García - Tiempo Argentino

Que las comedias tengan secuelas no es una novedad, pero está claro que no es lo más habitual, ya que en este género es muy difícil lograr repetir el encanto original y volver a sorprender con el humor. Sin embargo, Los pequeños Fockers (Little Fockers en el original) posee una premisa básica muy fuerte a la que le es fiel hasta las últimas consecuencias. La película es la tercera parte de una serie que comenzó en el año 2000 con La familia de mi novia y que continuó en 2004 con La familia de mi esposo.
El protagonista, Greg Focker (Ben Stiller), sigue sintiéndose presionado por su suegro, Jack Byrnes (Robert De Niro), en esta ocasión por dos motivos: la educación de sus hijos y la posibilidad de transformarse en el patriarca de la familia. A su vez asoma el fantasma de la infidelidad, lo que agrega otro ingrediente a la historia. El personaje protagónico siempre es obligado a rendir examen frente a los demás y también intenta no decepcionar. En ese aspecto no es raro que los films hayan tenido éxito, ya que –no tan exageradamente, claro– esta es una angustia que las personas solemos tener en común. Las tres películas que conforman esta serie tienen un mismo tono para la comedia: por un lado apuestan a un humor de grueso calibre y, por el otro, a cierto sentimentalismo, que era muy claro sobre todo en la primera parte. En la segunda, el personaje de De Niro cobraba más importancia y complejidad. Y en la tercera entrega, la historia se sostiene con el mayor ritmo posible sin llegar a explotar prácticamente nada. Los actores vuelven a estar graciosos y, como homenaje al público que ha seguido estas historias, esta tercera parte le agrega una cuota de citas de cine que van desde Contacto en Francia a Tiburón, pasando por homenajes a El Padrino y a Scorsese, al unir, aunque sea brevemente, a De Niro con Harvey Keitel. Porque si finalmente Los pequeños Fockers se da un lujo, es el de tener no sólo a los tres mencionados, sino también a Dustin Hoffman, Barbra Streisand, Owen Wilson (en un papel de mucha mayor importancia que en las anteriores), Jessica Alba y Laura Dern. Con semejante elenco es difícil hacer las cosas mal y aunque la película no vuela alto, al menos se convierte en un rato agradable y ligero que cumple con las simples premisas que se propone. En el mejor de los casos, servirá para exorcizar algunos fantasmas familiares mediante el siempre efectivo recurso de la risa.