Los miserables

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Los miserables tiene, como su título lo indica, algunas conexiones con la novela publicada en 1862 por Victor Hugo y, de hecho, transcurre en la misma zona (Montfermeil) que ese clásico de la literatura francesa, pero la ópera prima de Ladj Ly (un artista nacido en Malí) está ambientada poco después de la obtención de la Copa del Mundo de Rusia, en julio de 2018.

El film comienza con una imponente escena previa a los créditos iniciales que muestran las masivas celebraciones en los Champs-Élysées parisinos, aunque luego los personajes regresan a los monoblocks del suburbio ( banlieue ) de Les Bosquets, donde se hacinan inmigrantes ilegales llegados sobre todo desde Africa.

El director sabe de lo que habla porque vivió allí y experimentó varias de las situaciones que se exponen en el film, que tienen que ver sobre todo con el racismo y la brutalidad policial incluso contra los niños y adolescentes de bajos recursos que, sin demasiado que perder, suelen responder también de forma muy violenta.

Stéphane (Damien Bonnard) es un joven agente que se incorpora junto a Gwada (Djibril Zonga) a una brigada dedicada a operaciones callejeras en zonas de riesgo que está bajo el mando de Chris (Alexis Manenti), un cínico y autoritario jefe que maneja el grupo con mano dura y disciplina extrema (en este aspecto, el film tiene algo de Día de entrenamiento , el thriller de Antoine Fuqua con Denzel Washington y Ethan Hawke).

El problema de Los miserables es que, tras ese auspicioso e impactante arranque, opta por una explosión de violencia, una creciente solemnidad y un entramado dramático básico y con moralejas no demasiado sutiles que diluyen su eficacia.

No es la primera vez que el Festival de Cannes selecciona y galardona películas de esta temática ( Los miserables obtuvo el Premio del Jurado y luego alcanzó una nominación al Oscar a Mejor Film Internacional). De hecho, el francés Jacques Audiard ganó la Palma de Oro en 2015 con Dheepan , largometraje que tiene varios puntos en común con Los miserables , un relato de fuerte impronta documental con coreográficas e inmersivas escenas de acción, intenso y político, incómodo y provocador, que deja muy en claro que habrán pasado más de 150 años desde la aparición del libro de Victor Hugo, pero la miseria, la marginación, la violencia, la rabia popular y las profundas diferencias sociales se mantienen intactas en amplios sectores de la población.