Los indestructibles

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Un film indestructible

Sylvester Stallone entrega una frenética oda a la violencia que sabe entretener

Menospreciado durante toda su carrera por la crítica y la cinefilia "cultas", Sylvester Stallone se ha convertido -no sólo como actor sino también como guionista y realizador- en una figura de culto para aquellos que siguen añorando todavía hoy el espíritu de las películas de acción de los años 70 y 80. A esa generación formada en grandes salas de la calle Lavalle y luego en videoclubes con VHS, a esos nostálgicos precoces que crecieron con las sagas de Rambo y Rocky , está dedicada Los indestructibles , un blockbuster "como los de antes".

Stallone, en su faceta de director, coguionista y cabeza del elenco, reúne en este film old-fashioned a varios de los íconos del género: Jason Statham, Jet Li, Dolph Lundgren, Mickey Rourke y hasta dos participaciones especiales (y muy divertidas) de Bruce Willis y Arnold Schwarzenegger. La idea, por lo tanto, es demostrar que esta vieja guardia sigue vigente y no sólo eso: que continúa reivindicando una forma de hacer cine de acción que podríamos definir como pre-digital. En Los indestructibles -si bien hay escenas apoyadas en las imágenes generadas por computadora- se recupera la esencia de la violencia física, seca, cruda, sin efectismos, artificios ni regodeos innecesarios.

Muy incorrecto

El aspecto más controvertido de esta nueva apuesta de Stallone y compañía es, sin dudas, su incorrección política, capaz de irritar y hasta indignar a mucho espectador bienpensante. Los indestructibles apela a todos y cada uno de los clisés de los 80: mercenarios dispuestos a todo por una buena paga, dictadores latinoamericanos de republiquetas bananeras que ni siquiera hablan bien el español y que son manipulados por inescrupulosos empresarios estadounidenses (el hilarante villano estereotipado es Eric Roberts) y todo tipo de pequeños y grandes desatinos. Es como si el film encarnara los viejos estandartes de los republicanos ochentistas en plena apertura de la era Obama.

Mas allá de sus excesos, apelaciones al ridículo y arbitrariedades varias, Los indestructibles entrega en sus frenéticos, vertiginosos 103 minutos todo aquello que el fan de Stallone espera: una sucesión de secuencias explosivas con los protagonistas disparando y golpeando a todo aquel que se les ponga enfrente (la media hora final es, en este sentido, un logrado desborde de destrucción, caos y violencia).

Esta suerte de nueva versión de Los doce del patíbulo queda, está claro, como una hermana menor del cine de los Sam Peckinpah, los Akira Kurosawa o los Sergio Leone, pero -aun con sus evidentes limitaciones- resulta un entretenimiento a puro vértigo y adrenalina y, sobre todo, con tanto físico musculoso y tatuado, con tanto motociclista en ropa de cuero, a pura testosterona.