Los indestructibles 2

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

No pregunto cuántos son...

Juntar a media docena de héroes de acción que han conocido mejores épocas y que se tomen el pelo no está mal. Lo que pasa con Los indestructibles 2 es que las bromas no abundan y lo que sobra es sangre, seres despiadados, sadismo y violencia.

Para aquéllos que el combo les cierre, la pasarán bien. El guión es bien rutinario, sólo una excusa para que Sylvester Stallone y sus mercenarios peleen una y otra vez, a puño (cuesta decir limpio) o a balazos con los malos de turno. No pregunto cuántos son, sino que vayan saliendo, parece decir Barney (Stallone).

El chiste es obvio y reiterativo: Barney es, en sí mismo, un dinosaurio, aunque no violeta. Stallone tiene en su ADN el gen de la acción desmedida. Como director ha hecho cosas terriblemente violentas. Ahora le pasó la posta a Simon Wincer ( Con Air ) pero se ve que con indicaciones bien precisas.

La película arranca con Barney y sus secuaces en plena misión casi suicida de rescate de un millonario asiático en Nepal. Alguien les ganó de mano. Es Trench (Arnold Schwarzenegger, que en la primera tenía un cameo), a quien también salvan. De regreso a los Estados Unidos, Church (Bruce Willis, con más papel que en la original) le recuerda a Barney que le debe un vuelto de una operación anterior.

Son cinco millones de dólares, y con o sin cepo cambiario, si no quiere terminar preso, Barney debe aceptar una misión. Sí, otra casi suicida.

Le adosan una mujer oriental (Nan Yu) y debe rescatar una cajita. Lo hace, pero se enfrenta al malvado Jean Vilain (Jean-Claude Van Damme), que le saca el mapa de dónde hay enterrados toneladas de plutonio. El mundo corre peligro: con esa cantidad se fabricarán bombas poderosísimas. Y como Vilain mata a uno de sus hombres (Liam Hemsworth, de Los juegos del hambre ) la cosa para Barney ya no es negocio.

Ahora se trata de venganza.

Hasta qué punto, cuál es el límite de la violencia gráfica es lo que plantea el filme, a menos que el espectador se entregue a este carnaval de la sangre. Decíamos que había pocos chistes. Algunos salen de labios de Jason Statham, el intelectual, si cabe el término, del grupo. Pero el mejor lo tiene Arnold. Cuando ve un avión destartalado, Willis dice que está como para un museo. “Nosotros pertenecemos a un museo”, le responde...