Los Fabelman

Crítica de Santiago García - Leer Cine

Los Fabelman (The Fabelmans, 2022), la nueva película de Steven Spielberg, narra la vida de Sam Fabelman entre dos momentos que marcaron su vida en relación al cine. Sammy no es otro más que el propio Steven Spielberg y esta es su primera película abiertamente autobiográfica. Esos dos momentos son las dos anécdotas más conocidas del director, aquellas que ha contado una y otra vez y que todos los que lo seguimos conocemos de memoria. Por este motivo esta es una película diferente del director pero también es fácil reconocerlo en todos y cada uno de los momentos. Los Fabelman narra el inicio del amor de Steven Spielberg por el cine y su período amateur, pero filmado ahora desde su condición de director veterano, exitoso y prestigioso. Aunque sea parte de la difusión de la película, hay que asumir que un número grande de espectadores no sabe que Sam Fabelman, el protagonista del film, se convertirá con los años en el director más conocido del mundo y uno de los más respetados. En definitiva, todas las películas tendrán, en mayor o menor medida, espectadores que con la información más o menos completa de aquello que están viendo. Los Fabelman tal vez no esté destinada a ser masiva justamente por eso, pero también se trata de una obra maestra donde Spielberg se anima a jugar con la narración cinematográfica con una libertad absoluta, aún sin perder la perfección de su clasicismo.

El cine de Steven Spielberg lleva ya más de cincuenta años si tomamos Reto a muerte (Duel, 1972) como su ópera prima, ya que se hizo para televisión pero se estrenó en cines en muchos países. Su conexión con el público nunca ha mermado y su popularidad tampoco. Su nombre es, como mencionamos, el más famoso dentro del mundo de los directores. El prestigio tardó más. Casi dos décadas completas se necesitaron para que el respeto que se ganó por ser taquillero fuera equiparado por del de ser considerado un genio del cine. Su obra trasciende cualquier coyuntura y moda, abarcando los más variados géneros y tonos, pero siempre con un dominio del arte cinematográfico que no se puede comparar con ningún otro cineasta contemporáneo. Spielberg no es sólo el realizador más popular del mundo, es también el más asociado a la idea de director de cine, es decir al cine mismo. Justamente por esto último, Los Fabelman es una película tan maravillosa y a la vez importante. Narra su formación incluso antes de ser director profesional, pero explica cuál es su vínculo con el arte cinematográfico, en lo que además de ser un film autobiográfico se convierte en una declaración de principios.

No es un dato menor que se trate de uno de sus pocos largometrajes escritos por él, además de Encuentros cercanos del tercer tipo (Close Encounters of the Third Kind, 1977) e Inteligencia Artificial (A.I. Artificial Intelligence, 2001). A pesar de la evidente autoría de sus films, sólo tres largometrajes dirigidos por él lo tienen como guionista en su larga trayectoria. Por supuesto que los cortometrajes antes de volverse profesional lo tenían escribiendo los guiones, entre varias otras funciones, pero esa es otra historia que en Los Fabelman también se aprecia. Encuentros cercanos tiene muchas cosas que aquí vuelven a aparecer y como dato curioso, vuelve a tener a un realizador importante en el elenco. En 1977 tuvo a François Truffaut y ahora tiene a David Lynch. Pero lo más interesante es la conexión con Inteligencia artificial, donde el rol de la madre tiene un valor enorme. La madre de ese film y la de Los Fabelman están conectadas. IA se basó en un breve cuento de Brian Aldiss y fue un proyecto de Stanley Kubrick, quien deseaba que Spielberg lo dirigiera.

Los Fabelman no es una película con suspenso ni tiene una estructura dramática tan a la vista como otros títulos del director. No hay misterios en Los Fabelman. Prácticamente todo lo que se narra ha sido previamente contado por Steven Spielberg en innumerables entrevistas, con mayor o menor detalle. De hecho, la escena inicial, dónde se deslumbra con El espectáculo más grande del mundo (The Greatest Show on Earth, 1962) de Cecil B. De Mille, es la información básica que todo admirador de Spielberg conoce a la perfección. Pero ver esa anécdota recreada en la pantalla es mucho más conmovedora que contada con sus palabras. Hay varios momentos en la película que son justamente eso, la historia del Spielberg narrador oral convertidas ahora en puro lenguaje cinematográfico. Es algo curioso, porque esas experiencias habían sido volcadas, en mayor o menor medida, en toda su obra, aunque no con este componente autobiográfico. Que casi ninguno de los personajes lleve el nombre real es también una señal de que el director se ha tomado muchas licencias poéticas.

Parece guionado que el primer film que vio Spielberg en cine se llame El espectáculo más grande del mundo pero cómo cualquier cinéfilo sabe no se trata ni de la mejor película de De Mille ni tampoco de una obra maestra. Tiene, sí, algunas escenas memorables, una de las cuales será lo abra las puertas del amor al cine para el niño. Pero Sam irá a ver, diez años más tarde, Un tiro en la noche (The Man Who Shot Liberty Valance, 1962) de John Ford. Ya no hablamos solo de un espectáculo, sino que estamos frente a una obra maestra, una de las películas más complejas de la obra de John Ford, es decir de la historia del cine. Un western entretenido, con acción, suspenso y hasta una vuelta de tuerca. Una obra maestra clásica, madura y de género. Es justamente aquella donde se acuñó una idea fordiana por excelencia: “Impriman la leyenda”. Al mostrar a Ransom Stoddard (James Stewart) a punto de contar su vida, Spielberg también nos avisa que su autobiografía cinematográfica puede que incluya bastante de leyenda, y sin duda que es así, incluyendo el final de la película. Entrar en la obra de John Ford, es entrar en el cine con mayúsculas. Por eso la película tiene esa escena final tan importante para Spielberg.

La última escena de Los Fabelman (quien no quiera saber como es puede pasar al siguiente párrafo) es uno de los momentos más impresionantes de la filmografía de Steven Spielberg. Lo más parecido a un instante sagrado de la cinefilia. Luego de mucho esfuerzo Sammy ha logrado conseguir su primer trabajo en un estudio y tiene su primera reunión con quien lo va a contratar. Como este entiende que ama más el cine que la televisión, le ofrece hablar con “el más grande director de la historia del cine”. Cualquier cinéfilo ya sabe que se trata de John Ford y cualquier admirador de Spielberg ha escuchado la anécdota mil veces. Lo lleva a la oficina sin decir su nombre y cuando Sam se sienta se ve rodeado por los afiches de sus películas. Es un momento enorme. La cámara recorre la obra de John Ford por sus afiches y el protagonista siente emoción, miedo y también la presencia del cine con mayúsculas. Finalmente, y luego de tanto camino, está rodeado de cine. Al entrar a la oficina está Ford anciano, claro, y el actor que lo interpreta es idéntico al director. Acá el guión no inventa un nombre, Ford es Ford. Spielberg director filma al actor que hace de Spielberg en su encuentro con John Ford, interpretado nada menos que por David Lynch. El director más grande de todos los tiempos interpretado por el más importante director de cine moderno e independiente de los últimos cincuenta años. Lo clásico y lo moderno en un solo lugar. Y claro, filmado por el mejor director de las últimas décadas. Una trinidad insuperable, un espacio de pureza cinematográfica absoluta. La reunión no es necesario contarla, pero si hay que destacar que la película tiene que terminar allí. Spielberg ha recibido la bendición del más grande, ya ha entrado en el cine. Un pequeño gran gag final con un toque de modernidad nos deja claro algo: la lección del maestro ha sido aprendida.

Por todo esto Los Fabelman ya puede ser considerada una obra cumbre, pero aunque parezca mentira esa es solo una parte de la película. No es sólo una historia de cine, sino que también es una historia familiar. Ser disfuncional en la década del cincuenta era particularmente inquietante y todas las tensiones que Sam experimenta no son otras que las del propio director, aunque haya optado por el tenue disfraz de cambiar los nombres. Aunque no fuera Spielberg, Sam es un niño y luego adolescente tímido, retraído, enamorado de algo que su padre cree que es un hobby y su madre sabe que es una pasión. Llegará luego el tío Boris para explicarle las angustias que le esperan. Los biógrafos de Spielberg entenderán rápido que el guión altera gran parte de su vida para hacer una mejor película. Si acaso ese es uno de los temas que aparecen, es obvio que el director, como su personaje, obedecerá por encima de todo al cine. Dichos cambios nos ayudan a valorar más al director, pero también a concentrarnos en los personajes, en particular en el segundo personaje más importante de la película, la madre de Sam. La familia Fabelman está conformada por Sammy (de adolescente Gabriel LaBelle) su madre Mitzi, gran pianista pero artista frustrada (Michelle Williams), Burt el exitoso padre ingeniero informático (Paul Dano), el mejor amigo del padre, Bennie (Seth Rogen) y las tres hermanas, Natalie, Regina y Lisa (Keeley Karsten, Sophia Kopera y Julia Butters). También está la madre del padre de Sammy (Jeannie Berlin) y la de la madre (Robin Bartlett) y finalmente la presencia breve pero poderosa del tío Boris (Judd Hirsch). La película es comprensiva con todos ellos, pero en particular intenta entender a Mitzi. Varios detalles claves de la vida de Spielberg que él siempre contó de una manera -incluyendo cuando descubrió algo desconocido sobre sus padres ya de grande- acá se alteran por completo para trata de mostrar que todos y cada uno de ellos intenta vivir como puede. La madre es central pero también tiene una mirada de amor por su padre. Luego de que el padre ausente fuera uno de sus temas recurrentes, Spielberg también ha cambiado ese punto de vista y se ha vuelto más comprensivo.

Y hablando del padre es muy evidente que es el mismo padre del protagonista de Atrápame si puedes (Catch Me If You Can, 2002). Y ahora más que nunca queda claro que si bien era un film basado en un personaje real, Leonardo DiCaprio estaba interpretando las angustias del joven Spielberg y la relación con sus padres y la separación de ambos. Bueno, así es todo en Los Fabelman. Se adivinan también elementos de Rescatando al soldado Ryan (Saving Private Ryan, 1998), Inteligencia Artificial, E.T. (E.T. the Extra-Terrestrial, 1982), Encuentros cercanos del tercer tipo, Guerra de los mundos (War of the Worlds, 2005), Indiana Jones y la última cruzada (Indiana Jones and the Last Crusade, 1989) y posiblemente de casi toda su obra. La pregunta es sí Spielberg está citando su cine o si en realidad su cine estaba citando su vida durante todos estos años. Esta pregunta es muy importante porque la respuesta nos lleva al corazón mismo del director. La relación que tiene con el cine no es idéntica a la de la mayoría de los directores y por eso es quien es.

Hay muchos, realmente muchos, directores que hacen películas diciendo que el cine es un infierno. Algunos han hecho obras maestras sobre eso, porque han ido más allá de la queja, pero otros, la mayoría, simplemente son personas de éxito que le dicen al mundo que eso que aman pagar para ver es en realidad un horror. A Spielberg mostrar el cine así ni se le ocurre. Él no hace cine contra el cine, él es alguien que está agradecido por el cine cada día de su carrera. El cine es lo que lo salvó, es lo que lo protegió, es algo que ama y eso no solo se ve en Los Fabelman, también en toda su obra. A medida que va creciendo y el mundo se vuelve más complicado, para Sam el cine es cada vez más importante. Esa pasión que le pone a sus cortometrajes y el talento único que va demostrando nunca le hizo perder la fascinación del primer día. Tiene, en ese sentido, una conexión con François Truffaut y Martin Scorsese, dos cinéfilos que respiraron cine desde el inicio de sus carreras.

La película, claro, tiene la puesta en escena más perfecta posible, algo que a nadie sorprende viniendo de Spielberg. Se trata de una de las mejores películas de los últimos años y una obra fundamental para Steven Spielberg. Es capaz de maravillar, emocionar y también tiene humor, como suelen tenerlo los films de los maestros clásicos. La música es de John Williams, el montaje de Michael Kahn y la fotografía de Janusz Kamiński, todos grandes colaboradores de Steven Spielberg, parte de su familia artística. Incluso el coguionista y coproductor, Tony Kushner, ha trabajado con Spielberg en Munich (2005), Lincoln (2012) y Amor sin barreras (West Side Story, 2021).

Ya pasaron casi treinta años desde que Spielberg finalmente ganó su primer Oscar como director. Esa noche recibió dos premios por La lista de Schindler (1993) y en uno de sus dos discursos hizo algo que casi ningún director triunfante hace: les agradeció a los espectadores del mundo. El éxito y la fama llevan a los artistas a perder el rumbo pero eso no ha pasado con Spielberg. Nunca fue una persona escandalosa fuera de la pantalla ni se metió en problemas. Incluso en Los Fabelman lo deja bien claro. Esa dedicatoria a los espectadores siempre me pareció conmovedora, ya que no hay otro realizador que me haga sentir que me habla directamente a mí como lo hace Steven Spielberg. Ahora, con Los Fabelman, termino de entender cómo logra ese efecto. Él es un espectador de cine, uno agradecido de haber podido encontrar las películas en su vida. Este maestro nunca, ni por un instante, ha dejado de entender lo que significa sentarse en una sala oscura a mirar esas imágenes en movimiento. Luego de tantas décadas y tantos logros. De récords de taquilla y premios, Steven Spielberg sigue siendo el pequeño Sammy sentado en la oscuridad viendo El espectáculo más grande del mundo. Por suerte, además, él es también el creador de esos espectáculos.