Los extraños: cacería nocturna

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

Masacre tranquila vale por dos

Por obra de esos misterios insondables del Hollywood contemporáneo, hoy tenemos ante nosotros una secuela de Los Extraños (The Strangers, 2008), aquella pequeña maravilla indie que si bien respetaba la arquitectura paradigmática de los slashers de las décadas del 70 y 80, a decir verdad tenía más puntos en común con los thrillers secos y sádicos de nuestros días en línea con lo más accesible de Michael Haneke. El realizador de la película, Bryan Bertino, demostraría con sus dos trabajos siguientes, las también muy interesantes Mockingbird (2014) y The Monster (2016), que es un autor inusual dentro del horror actual tendiente a los lugares comunes porque apunta más a un ritmo sosegado, in crescendo y sumamente atento a la sensibilidad de los personajes. Bajo la excusa de tres psicópatas que aterrorizaban a una parejita, el director y guionista analizaba la violencia fatua del presente.

Diez años después nada puede permanecer igual y Los Extraños: Cacería Nocturna (The Strangers: Prey at Night, 2018) lo deja en claro ya que este no es un exponente indie ni mucho menos, más bien se asemeja a lo que sería una “solución negociada” entre la tranquilidad de la masacre del opus de Bertino y la efervescencia de cualquier franquicia tradicional hollywoodense de terror: a pesar de que la propuesta se engolosina un poco en su segunda mitad con diversos homenajes un tanto estereotipados en lo que podemos definir como otro de los rasgos por antonomasia del mainstream reciente, pensemos en las citas a Christine (1983) y La Masacre de Texas (The Texas Chain Saw Massacre, 1974), por lo menos gran parte del desarrollo previo obedece a la fórmula narrativa de antaño y así el fluir de la carnicería está bastante bien llevado por el ahora realizador Johannes Roberts.

El guión de Ben Ketai -quien modificó un borrador de Bertino- reproduce el del film del 2008, hoy con un matrimonio, Mike (Martin Henderson) y Cindy (Christina Hendricks), y sus dos hijos adolescentes, Kinsey (Bailee Madison) y Luke (Lewis Pullman), yendo a pasar un “tiempo en familia” en el inhóspito parque de casas rodantes de sus tíos antes de enviar a la rebelde Kinsey a un internado, un plan que por supuesto queda en la nada cuando descubren que tres loquitos enmascarados ya se cargaron a unos cuantos residentes y ahora andan detrás de ellos sin ninguna razón en particular, sólo por el gusto de matar a otros seres humanos. Jugando con los silencios, los espacios abiertos y una mundanidad imperturbable que aquí es sinónimo de tensión más que de una histeria constante, aun así la quietud se va transformando de a poco en una faena bastante más agitada en consonancia con lo que el mainstream considera que pretende el espectador impaciente contemporáneo.

Al director Roberts hay que concederle que fue progresando permanentemente desde aquellos primeros bodrios clase B sin talento hasta llegar a las dignas The Other Side of the Door (2016) y en especial A 47 Metros (47 Meters Down, 2017), sin duda el primer opus en verdad potable de su carrera. Por supuesto que si los productores hubiesen querido en serio mantener el espíritu del trabajo original no hubiesen introducido muertes entre el trío de homicidas para dejarlos tan impolutos e imparables como lo eran antes, no obstante hay que reconocer que la película de por sí es otra cosa y no pretende respetar al pie de la letra el esquema quirúrgico precedente: juzgándola dentro de su propio territorio y abrazando esas desviaciones, Los Extraños: Cacería Nocturna resulta una obra entretenida y disfrutable que acumula un puñado de escenas logradas en torno a una oscuridad acechante que no muestra piedad alguna cuando se trata de pasar el rato derramando mucha sangre al azar…