Los descendientes

Crítica de Fredy Friedlander - Leedor.com

Alexander Constantine Papadopoulos, pese a su origen griego, nació en los Estados Unidos y desde hace quince años es conocido como Alexander Payne.

“Los descendientes” (“The Descendants”), su quinto largometraje luego de “Entre copas”, es un intenso drama en que se amalgaman su herencia helénica y su conocimiento de la sociedad norteamericana.
Ambientado en Hawaii nos presenta a Matt King (George Clooney), quien atraviesa una dramática situación al encontrarse su esposa en coma, luego de sufrir un accidente náutico.
Ese padre de familia, normalmente ocupado y ausente, se ve de golpe obligado a ocuparse de Scottie (Amara Miller), su hija menor de 10 años con serios problemas de conducta escolar. Su hija mayor Alexandra (Shailene Woodley) se encuentra pupila en otra isla y acompañada por Sid (Nick Krause), un colega también adolescente.
Una vez reunida la familia, Matt percibirá el profundo odio que profesa Alexandra por su madre, por cuya situación no parece sentir pena alguna. La película se toma su tiempo para ir presentando a varios personajes que incluyen a numerosos familiares, amigos y otros que no lo son tanto.
Pero una vez revelada al padre la causa del desprecio de la hija mayor hacia su progenitora, la película adquiere otro ritmo y gana en interés en la última media hora compensando en gran medida la algo rutinaria marcha que venía teniendo hasta entonces.
Payne logra los momentos de mayor intensidad cuando se dedica a escarbar la intimidad de las relaciones entre algunos de sus personajes. El apoyo moral que Alexandra aporta a su padre tiene varias instancias memorables. El compañero adolescente de su hija choca fuertemente con Matt al principio, pero se convierte en un fuerte ladero a medida que el drama se ahonda.

Notable también el personaje del suegro encarnado por Robert Forster (“El camino de los sueños – Mullholland Dr.”) y conmovedora su escena hacia el final con la hija en el hospital. Beau Bridges, hermano en la vida real de Jeff e hijo del ya fallecido Lloyd, logra por una vez una buena interpretación como uno de los numerosos parientes de Matt mostrando que lo suyo no es sólo portación de apellido. En un pequeño papeñ, que recién aparece hacia el final, también se luce Judy Greer (“De amor y otras adicciones”)

Seguramente sea esta la mejor película de George Clooney como actor. Como director ya había venido mostrando sus cualidades desde “Confesiones de una mente asesina”, su primera realización en 2002, a la que siguieron “Buenas noches y buena suerte” y “Secretos de estado” (“The Ides of March”), aún en cartel en nuestro país.

Clooney en verdad empezó en la televisión y sus inicios en cine hace 25 años fueron con títulos tan olvidables como “Return to Horror High” o “Retorno de los tomates asesinos”. Hubo que esperar el paso de unos diez años hasta que Robert Rodríguez lo dirigiera en “Del crepúsculo al amanecer” en 1996. De allí en más su carrera como actor fue creciendo de la mano de los hermanos Coen (“¿Dónde estás hermano?, “Quémese después de leer”) o de Steven Soderbergh (“Un romance peligroso”, “La gran estafa”).

Su único Oscar como actor de reparto lo obtuvo con “Syriana” en el 2005 y ahora va por más. Claro que tendrá que competir con Jean Dujardin, cuya candidatura en “The Artist”, parece bien posicionada. Es seguramente su principal rival, al haber obtenido ambos actores sendos Globos de Oro.
Similar desafío deberá enfrentar Alexander Payne como mejor director (y película) contra las once nominaciones de “Hugo” y las diez de “The Artist”. Sus chances parecen pequeñas, pero el Oscar siempre reserva sorpresas.

Publicado en Leedor el 1-02-2012