Los cuerpos dóciles

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Justicia para pocos

La cotidianeidad de un abogado penalista que trabaja en el conurbano bonaerense es el eje de un contradictorio, polémico y al mismo tiempo atractivo documental.

No tengo grandes reparos artísticos hacia la dupla Gachassin-Scarvaci porque su documental de observación tiene múltiples méritos formales (ritmo, intensidad, solidez narrativa, buena factura técnica) y hallazgos temáticos (sumergirse en el intrincado mundillo de la Justicia que tiene como “víctimas-victimarios” predilectos a pibes marginales del conurbano).

Mi problema con el film es que me terminó irritando un poco su protagonista casi absoluto y verdadero motor del relato. La película está construida por y para Alfredo García Kalb: la cámara sigue todo el tiempo a esta incansable abogado penalista que trabaja en el Gran Buenos Aires defendiendo a jóvenes de bajos recursos.

En principio, hay que decir que García Kalb es un personaje con múltiples “atractivos”, una suerte de Robin Hood, un anarco, un tipo canchero, simpático y comprador, que además toca como baterista en una banda de rock y realiza diversas actividades en beneficio de los más humildes.

Pero llegó un momento en que dejé de creerle, que su accionar me empezó a sonar forzado, sentía que “actuaba” para la cámara, para su lucimiento y no para hacer más eficiente su accionar judicial. Es cierto que el film lo muestra ganando y perdiendo casos, acertando y cometiendo errores, recibiendo el cariño y también la oposición de algunos de sus defendidos que cuestionan sus estrategias, pero en sus charlas o en su reivindicación foucaultiana (de allí el título) hay algo que, al menos a mí, no me terminó de cerrar y que me alejaron del personaje (y del film).

Dicho eso (más cercano a la sensibilidad personal que a un análisis estrictamente cinematográfico) también reconozco que Los cuerpos dóciles se mete con conflictos, personas y lugares donde no muchas películas se han animado. Y lo hace sin caer en bajadas de línea, subrayados ni manipulaciones ideológicas. Allí -y en su impecable realización- reside su principal mérito.