Los cinco diablos

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Bien dicen que la primera escena, cuando no la primera imagen, define en buena medida a una película. Los cinco diablos -ya diremos a qué entendemos le debe el título esta película con Adèle Exarchopoulos-, en ese comienzo, presagia mucho de lo que se verá.

La directora francesa Léa Mysius (su filme Ava estuvo en la Semana de la Crítica en Cannes en 2017) elige mostrar a Adèle Exarchopoulos de espaldas. La actriz de La vida de Adèle (Palma de Oro en el Festival Cannes hace ya una década) tiene un brillante traje de gimnasta. Pero no está sola. La acompañan otras jóvenes, y todas miran un enorme fuego. Cuando Joanne se da vuelta, vemos que está llorando.

En esa primera imagen, decíamos, están muchos de los elementos que se desarrollarán en la trama de Los cinco diablos: la pasión y la presumible muerte, atizadas por el fuego y la belleza.

Pero luego Joanne no parecerá tan vulnerable. Esa escena del comienzo no es en el presente, ya veremos, sino en el pasado. El tiempo presente la tiene a Joanne dando una clase de aquagym a señoras en una piscina. Sea lo que haya pasado con ese fuego, la vida de Joanne es, en apariencia, otra. Está en pareja con un hombre que llegó de Senegal, con quien tuvo una hija.

Y es Vicky (Sally Dramé, todo un descubrimiento) uno de los ejes centrales del filme.

Un don, o un poder
Vicky tiene, digamos, un extraño don, o poder. Ve cosas del pasado. Tal vez la escena del fuego la vemos a través de sus ojos.

No importa. Vicky tiene una muy buena relación con su madre, a quien acompaña en un extraño ritual. Tras la clase, a Joanne le gusta ir hasta el lago y nadar. No importa que haga un frío impresionante. Vicky la ayuda a untarse el cuerpo con grasa de leche, allí, tan cerca de los Alpes, para ayudar a su cuerpo a retener el calor. Eso sí: a los 20 minutos tiene que soplar el silbato y avisarle a su madre que llegó al límite que Joanne se autoimpuso y permite.

Tanta vida placentera con Vicky no tendría su correlato con su esposo, Jimmy (Moustapha Mbengue). Su padre (Patrick Bouchitey) le pregunta sin vueltas si sigue sin tener relaciones sexuales con él. Para más, en la casa Vicky se la pasa preparando brebajes por lo menos raros.

Cuando Joanne se entere de que su hija tiene un sentido del olfato increíble, ya estará preocupada por otro asunto. Julia (Swala Emati), la hermana de su esposo, ha venido para quedarse.

Como en aquel filme de Abdellatif Kechiche, Adèle Exarchopoulos interpreta a una mujer lesbiana. Sí: Joanne se casó con el hermano de Julia luego de que ésta desapareció. Bah, en realidad estuvo encerrada por aquel incendio del comienzo, hace muchos años. Y ahora busca refugio en el hogar de su hermano y de su examante.

El amor y el deseo se presentan como fuerzas inexplicables. Como lo son en la vida real.

La realizadora se apoya en su director de fotografía Paul Guilhaume para utilizar una paleta de colores contrastantes y contraponer a esos cinco personajes (a los nombrados sumen a Nadine, interpretada por Daphné Patakia, Bartolomea en Benedetta), los cinco diablos de una ficción por momentos atrapante, cuando no desconcertante.