Los caballeros

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Si Aladdin fue una rara invitación que Disney le hizo a Guy Ritchie para adaptar el filme animado con actores de carne y hueso, el ex de Madonna vuelve a lo que mejor ha hecho en su carrera como director: el filme de gángsters.

Con algo de thriller y también de comedia, Los caballeros trae de regreso al director de Juegos, trampas y dos armas humeantes y Snatch: Cerdos y diamantes -y hasta me atrevo a incluir RocknRolla-, pero lo devuelve más enfervorizado.

Sin esa otra marca de estilo -la del montaje acelerado-, lo que hace Ritchie es contar su historia aceleradamente. Que no es lo mismo.

Hay dos personajes que se alternan el protagonismo, aunque, quizá, nunca se crucen: Mickey Pearson, un mafioso productor de marihuana (Matthew McConaughey) y Fletcher, un investigador que desea chantajearlo (Hugh Grant), que se mete a la casa de su mano derecha (Charlie Hunnam) pidiéndole… 20 millones de libras.

Fletcher asegura saberlo todo: cómo Mickey tiene sus granjas de cultivo subterráneas debajo de las mansiones de una docena de aristócratas. Y está dispuesto hasta vender la información al mejor postor. Ah: tiene todo incluido en un guión cinematográfico, que ofrece como regalo.

La película arranca con mucha acción, luego Ritchie baja los decibeles y hace hablar a Fletcher hasta por los codos. Digan que tanto Grant, como Hunnam y McConaughey están medidos y con las riendas bien puestas, tirantes por Ritchie, porque si no Los caballeros sería un descalabro.

La trama tenderá a complicarse al incluir en el relato de Fletcher -que ha venido siguiendo y tomando fotos y grabando videos a los personajes- con la mafia china de la cocaína en Inglaterra, un capo mafioso de origen judío, un editor de un diario sensacionalista y un entrenador de box. Todos personajes más o menos estrafalarios, además de la esposa de Mickey, que son pintados por el realizador de la saga de Sherlock Holmes con Robert Downey Jr. sin ninguna corrección política.

Porque de eso se trata Los caballeros: una humorada de acción trepidante, en la que el director, guionista y productor se siente y cree más ingenioso que nadie. Hay que comprar el ticket para pasear por casi dos horas, o dejarlo.