Los amantes pasajeros

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

La ley del deseo

Comedia alocada y desprejuiciada, con Cecilia Roth.

Uno de los personajes de Los amantes pasajeros le indica a otro que tiene algo cerca de la comisura de los labios. Siendo una película de Almodóvar, cualquier espectador más o menos prevenido sabe que no es dulce de leche ni mermelada. Y no precisamente porque lo delate el color del líquido en la cara.

Es que Los amantes... es el regreso a la comedia revulsiva, alocada, desprejuiciada que Pedro Almodóvar empezó a cultivar con sus primeros palotes, cuando filmaba en Super 8 y 16 mm. También, es la película con mayor impronta gay friendly que haya realizado. Porque hasta en La ley del deseo, protagonizada por Antonio Banderas y Eusebio Poncela, que los protagonistas fueran homosexuales podía pasar como anécdota ante la profundidad del relato, en el que no importaban las preferencias sexuales.

Y aquí tampoco, porque hay de todo. Es en parte una caricatura gay y sexual sobre las películas de cine catástrofe de antaño, con los Aeropuertos de moda, ya parodeados en la saga Y... dónde está el piloto?

. La tripulación de un avión debe entretener a los pasajeros de Primera -a los de la clase turista directamente los drogó y dejó durmiendo- cuando una avería en la nave impide no sólo llegar desde Madrid a México, sino aterrizar en cualquier aeropuerto.

Así el trío de flight attendants , decidida y abiertamente gays, harán cócteles de lo que sea -alcohol, drogas- y apelarán a un número musical -lo mejor de toda la película- para que el minizoológico reunido en la cabina exclusiva no advierta los peligros por los que atraviesan. A veces, parece como un cabaret en el aire.

Están allí una pareja de recién casados, una madama ex chica de tapa de revista Interviú (Cecilia Roth) que tendría en su agenda al mismísimo Rey de España, un sospechoso personaje mexicano, una cuarentona virgen, un piloto bisexual, y así.

Almodóvar sabe hacer, y muy bien, cine de género. El melodrama y hasta el film noir -con Todo sobre mi madre y Carne trémula como ejemplos- son dos de sus mejores películas. Y cuando bucea en temas que lo inquietan, como en La ley del deseo y Matador, logra lo mejor de sí mismo.

Los amantes pasajeros puede ser visto, para quien sigue la carrera última del manchego, como un paso al costado. O atrás, pero en sentido positivo, ya que la trama y el sentido del filme lo acerca a aquellos borroneos que fueron sus primeros filmes, como Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, en las que lo guarro, exagerado, el sexo y el humor sin medidas casi como que explotaba en el rostro del -por aquel entonces- desprevenido espectador almodovariano.

Ahora, a más de 30 años, el cineasta creció, maduró. Y vuelve a la comedia alocada.

Lo que debe quedar claro es que no hay dos Almodóvar. El talentoso es uno solo, con sus obsesiones tan personales. A uno puede gustarle, o preferir, determinado tipo de cine. ¿O acaso Los amantes pasajeros no trata también sobre la soledad, el fracaso de estos personajes que llegan a una edad sin haber logrado lo que íntimamente fuera lo que desearan? Es divertida, aunque menos profunda. Pero ya se sabe que sobre gustos no es que no haya nada escrito: hay demasiado.