Looper: asesinos del futuro

Crítica de Agustín Neifert - La Nueva Provincia

La búsqueda de identidad en una realidad demasiado cruel

Este thriller futurista se desarrolla en dos épocas: 2042 y 2072. Pero el escenario de la historia es el "presente", es decir 2042. El director Rian Johnson (1973) es también autor del guión.
El filme es una vuelta de tuerca sobre el clásico tema de los viajes en el tiempo. En el futuro (2072), esos viajes están prohibidos, lo mismo que el asesinato de personas. ¡Qué novedad!
Pero hecha la ley, hecha la trampa. La mafia del futuro, conducida por el "Maestro de la Destrucción", encontró un subterfugio para eliminar a sus enemigos. Enviarlos al pasado (2042) a través de una máquina del tiempo, para que sean liquidados por los loopers, asesinos a sueldo que también se encargan de hacer desaparecer sus cadáveres.
Las víctimas llegan con una carga de lingotes de plata, que constituye el pago a los loopers por sus servicios. Uno de ellos es el interpretado por Gordon-Levitt, que ya acumuló una considerable cantidad de esos lingotes.
La tarea de los loopers es controlada por Abe, un delegado arribado del futuro. El looper que no cumple a rajatabla el protocolo o que pretende prolongar su actividad, es perseguido y eliminado.
La vida útil de los loopers es limitada. Apenas algunos años y después podrán disfrutar de la riqueza acumulada. El protagonista está estudiando francés, porque piensa radicarse en Francia. Pero alguien le sugiere aprender el mandarín. "Yo vengo del futuro --dice--; deberías ir a China".
Al protagonista le encomiendan una última misión: eliminarse a sí mismo. Para eso llega él mismo del futuro, pero con la encarnadura de Bruce Willis. Y esto desata una cruenta persecución. ¿Se entiende? Y este es, obviamente, el principal conflicto dramático.
El otro conflicto es la supervivencia de un chico dotado de poderes supranormales, que vive con su madre en una casa de campo. Willis pretende asesinarlo porque lo conoce del futuro, pues es el predestinado a ser el "Maestro de la Destrucción". El chico es protegido por su madre y también por Gordon-Levitt.
El director copió rasgos de la forma fílmica de El origen (2010), de Christopher Nolan, mientras que la historia posee mucho de Terminator (1984), de James Cameron, donde un cyborg llega del futuro para eliminar a Sarah, quien será la madre del líder de la resistencia humana a la tiranía de las máquinas.
En este filme, la madre también se llama Sara (aunque sin "h"), pero en este caso el hijo ya ha nacido y está predestinado para el ejercicio de un liderazgo diametralmente distinto.
En ese presente, que para nosotros es futuro, la "odiada" clase media ha desaparecido. Y también se han incrementado las diferencias sociales y las ciudades aparecen dominadas por un cuadro generalizado de violencia y marginalidad.
El relato es complejo y a tal extremo que requiere de permanentes explicaciones por boca de los personajes para que el espectador pueda captar y seguir el desarrollo de la historia. Pero en gran medida el filme es un sostenido ejercicio de estilo, sustentado sobre los efectos visuales.
De ese maremagnum de artificios formales y violencia rampante, emerge un tema que posee sentido: la búsqueda de identidad, cuestionada y acosada por una realidad extremadamente cruel.