Lluvia de hamburguesas 2

Crítica de Rodrigo Seijas - Fancinema

El mundo puede ser tan delicioso como vos quieras

Justo hace unos días hablábamos con Mex Faliero sobre Paka-Paka, coincidiendo básicamente en lo siguiente: es positivo que exista ese espacio para la producción y difusión del género infantil, pero la gran mayoría de sus programas pecan por preocuparse casi únicamente por el “mensaje” antes que por los medios y formas por los que llega el discurso. Sus contenidos se la pasan remarcando sentencias vinculadas a valores como la “diversidad”, la “tolerancia”, el “respeto” y un largo etcétera, imposibles de ser reprochados, pero nunca hay un trabajo fuerte sobre la narración, el diseño de los personajes o la puesta en escena. En consecuencia, sólo queda la bajada de línea, la enseñanza forzada, el didactismo pero no lo didáctico, que siempre tiene que ir acompañado de lo lúdico e imaginativo.
Y es entonces que tenemos el estreno de Lluvia de hamburguesas 2, una película que vuelve a poner en evidencia las diferentes formas que hay de abordar una secuela. Este año tuvimos ejemplos de cada una de las aproximaciones en el género animado: en Mi villano favorito 2 se realiza una repetición automática, casi a reglamento del universo en el que está inmerso Gru, con lo que su conflicto respecto a la posibilidad de encontrar una pareja posee mucho menos impacto que el de la paternidad que aparecía en la primera entrega; mientras que Monsters University es la chance de explorar los orígenes de Mike y Sully, el camino previo que recorrieron antes de encontrarse con Boo, situándolos en un ámbito totalmente nuevo, que amplía las variables del mundo en que se desempeñan. El film de Cody Cameron y Kris Pearn está más vinculado al segundo modelo, aunque es una continuación en vez de una precuela. Y es un relato que continúa no sólo narrativamente, sino también estilística y estéticamente, porque va para adelante, no se detiene ante nada, busca romper con todas las barreras posibles.
La historia tiene a Flint Lockwood ahora trabajando en la Corporación Live, para el que es su ídolo, Chester V. Sin embargo, se ve forzado a dejar su puesto, por instrucciones de su propio jefe, para ir a desactivar a su famosa máquina productora de comida, que está todavía en operaciones en la isla que era su antiguo hogar, y que ha evolucionado de una manera bastante retorcida hasta producir híbridos que son comida y a la vez animales vivos. Desde el comienzo el film irá retomando un discurso que se veía también en la primera parte: esta cuestión de que las apariencias engañan, de que lo que observamos de determinada forma, cuando nos paramos en otro lugar ya no presenta el mismo aspecto. De hecho, no hay muchas vueltas y pronto nos enteramos que el ídolo de Flint es en verdad un villano, un hipócrita manipulador al que sólo le importa mantener a salvo a su compañía, y que su demagogia corporativa es apenas un método para exprimir a sus empleados. Pero Flint no: él sabe menos que el espectador (y luego que todos sus amigos) y la aventura que se le presenta será un camino de revelación, de aprendizaje sobre lo que significa la amistad, la familia y el potencial de sus invenciones. Lo que parecía horroroso y causaba temor irá mostrando otras capas, relacionadas con la pureza de la diversión y la posibilidad de comunicarse con lo aparentemente ajeno. Lluvia de hamburguesas 2 es un relato sobre el aprender a querer, sobre el recuperar y solidificar ciertos vínculos, sobre el dejar lo pasado para abrazar lo nuevo.
La película logra transmitir estos valores porque antes que nada se preocupa por el universo que va cimentando: está repleta de personajes carismáticos, de múltiples capas, que son graciosos pero no se quedan en el mero chiste; va presentando una isla comestible llena de vida, con una invasión de colores y formas pocas veces vista, una delicia para los ojos, el oído e incluso el gusto o el tacto; tiene una trama y una puesta en escena que transpiran voluntad por hacer estallar todo de la manera más virtuosa posible, redoblando a cada momento la apuesta; y posee un conflicto ramificado pero que nunca pierde su centro. A Lluvia de hamburguesas 2 le importa lo que tiene para contar y cómo contarlo, no su moraleja. Y es por eso que, paradójica y a la vez lógicamente, esa moraleja termina impactando de manera positiva en el público.
Párrafo aparte para Phil Lord y Chris Miller: ya dirigieron la primera parte, aportaron en Lluvia de hamburguesas como autores de la historia, dirigieron Comando especial y se aprestan a estrenar La gran aventura Lego, cuyos avances son estupendos. Sus nombres ya tienen un peso definitivo en el cine estadounidense de los últimos años: hacen un cine tan masivo como personal, con un corazón muy pero muy grande.