Llaman a la puerta

Crítica de Maximiliano Curcio - Revista Cultural Siete Artes

M. Night Shyamalan suele ser un cineasta excesivamente criticado, cuánto menos cuestionado, por la falta de verosimilitud de sus argumentos. Al menos, eso dicen sus detractores, quienes tienden a desvalorizar la extensa carrera que desarrollara luego de descollar con sus dos tempranas obras maestras: “Sexto Sentido” (1999) y “El Protegido”. El director indio, un esteta absoluto que escribe, dirige y produce todas sus obras, practica una clase de arte que ha ido mutando a lo largo de las décadas, no exento de tropiezos y exabruptos, buceando a través de diversos géneros. Sin embargo, existe un aspecto primordial que se ha permanecido inalterable: es de su hábito colocar el lenguaje cinematográfico por encima de la trama, aspecto que lo acerca a autores del estilo de Brian De Palma.

Una pequeña juega, libre, en el boscoso y salvaje entorno que parece alejado de todo tumulto y ruido urbano. Juega a cazar saltamontes, para luego educarlos, dentro de su propio ecosistema. Más allá de los árboles, un inmenso lago y montañas. No hay rastros de la civilización. Hasta que, cuatro desconocidos se presentan a la puerta de una bella cabaña de veraneo. No son testigos de Jehová los cuatro jinetes del apocalipsis que se aproximan. Cada una de las características que los describen a la perfección nos convencen a creer: el mal, la sanación, la alimentación, la guía han llegado a la hora del juicio final. Una vez que la maquinaria argumental se echa a andar, se nos invita a espiar desde primera fila el juego paranoico que establecen los citados intrusos versus los anfitriones, en resultante de típicas maniobras de ‘home invasion’.

Shyamalan coloca delante de nuestro intelecto el dilema: ¿en manos de quiénes depositamos la extremadamente difícil decisión de evitar el apocalipsis? Contra todos los males de este mundo ya no hay amuleto que alcance, las catástrofes se avecinan. Los cielos se llenan de tinieblas, los verdes bosques se tiñen de fuego, un próximo virus mortífero azota al planeta. Caen de las alturas aviones sin control, ¿se trata de la maléfica obra de un pirata cibernético? Dentro de la cabaña se vive un clima claustrofóbico. Prevalece una mirada que se posa sobre las noticias que difunden los medios de comunicación. Noticias espeluznantes sobre el mundo de hoy; lo más terrorífico y temido no se aleja de cuestiones que consumimos a diario. Desde el apremiante cambio climático a similitudes con la última de las pandemias que la humanidad atravesara recientemente. Telón de fondo, Estados Unidos es el centro del mundo y, no solo los desastres ocurren principalmente allí, sino que en tres ciudadanos americanos reside la suerte del resto de la humanidad, de aquí al fin de los tiempos. Quien esté libre de pecado, que suelte la primera piedra.

Ciento cinco minutos de duración bastan para desarrollar, de allí en más, un ejercicio de suspenso categórico, sazonado por toques de ciencia ficción y terror. Tampoco escapa al interés de Shyamalan aquel estigma que concierne a la hostilidad, la segregación y la violencia de la que son víctimas las parejas homosexuales. Sabemos bien del armazón vincular que preocupa al autor y hacia allí se direcciona el grado de focalización privilegiado. No despojada de ciertas etiquetas obvias que remarcan por demás lo innecesario, surge en ruta paralela una subtrama en donde el molde de convivencia no es el convencional. Dos hombres se muestran plenos y felices compartiendo su amor, de forma armoniosa e idílica, con la niña adoptada. La examinación social sobre el individuo blanco de clase acomodada, nos dice que uno de dos buscará justicia por mano propia. Y comprará un arma para defenderse. Síntomas el síndrome de la violencia americana.

“Llaman a tu Puerta” privilegia el placer de hacer buen cine, y observamos, como huella personal inconfundible una puesta en escena grandiosa, por parte de quien planifica pequeños microrrelatos de suspenso que convergen en el denominador común de su cine; la amenaza se hace presente, de repente y de forma intempestiva, para no abandonarnos. Muy pocos personajes y una sola localización dan vida a una historia en donde el vehículo audiovisual lo es todo, en uso de formas funcional al contenido aquí moldeado con mano artesana. El director de la reciente “Old” (2021) lleva a cabo una exquisita implementación de la cámara cinematográfica y sus bondades. Existe una inclinación hacia el fuera de campo para retratar la violencia; también plano contra plano agresivos y primerísimos primeros planos opresivos. En manos del realizador, el entendimiento de la sintaxis cinematográfica es clarísima.

Un depurado uso de la lente, evidente en encuadres y angulaciones, confluye en planos detalles que resultan fieles indicaciones de un punto concreto. La música incidental remarca el tono tenso que se respira dentro de una cabaña ya convertida en cámara de torturas…física y mental Traumáticas muertes convierten al film en un reguero de sangre. Un argumento que abunda en significaciones bíblicas nos inclina hacia una percepción del mal y la justicia que podríamos definir como ira de Dios. Suma atención es requerida para no perder ninguna pista proporcionada, mientras el poder de identificación que nos implica con sus personajes más débiles conforma otra marca identitaria. Hasta aquí, un Shyamalan de manual, ejecutante de flashbacks efectivos en que conozcamos detalles que asientan al drama familiar. Buen aprendiz hitchcockiano, resuelve una escena en el baño (con ducha incluida) de modo magistral. Tampoco faltarán múltiples guiños a su Philadelphia adoptiva.

La cámara nos impone el punto de vista de aquellos en más frágil posición, de manera que se nos suministre información que alimente la mentada paranoia. Otra vez, Hitchcock al pie de la letra. La película juega -y alimenta- un constante juego de sospechas, acerca de lo que podría estar pasando o no, y se nos muestra (o no). Entramos en el verosímil de la película, compramos el bocado que se nos vende. Las horas pasan, los sospechosos miran el reloj. Se anuncia la próxima masacre. A no ser que cambiemos de idea. ¿Será que los seres humanos solo entendemos por la fuerza? El dilema ético surca el relato ¿Cuánto estarías dispuesto a sacrificar por amor al prójimo? ¿Estarías dispuesto a ser el elegido para salvar al resto de la humanidad? El golpe emotivo es asestado con la precisión y la fuerza que a Shyamalan le importa. Tratamos de ver con claridad y de escuchar con detención. Duro y en la sien, pero pronto recuperamos la lucidez.