Liv y Ingmar

Crítica de Martín Chiavarino - A Sala Llena

Historia de la soledad.

El director de origen indio Dheeraj Akolkar resuelve con solvencia y gran profesionalismo la tarea de conjurar la tempestuosa y paradójica relación entre el director sueco Ingmar Bergman y la actriz noruega Liv Ullmann, con vistas a ofrecer un relato cálido sobre la belleza del encuentro de dos almas afines. Liv & Ingmar (2012) sigue el devenir de la pareja escandinava a través de la narración de la propia Ullmann. Comenzando por su primera colaboración, el extraordinario drama de carácter psicológico y filosófico minimalista Persona (1966), la crónica continúa con la ruptura de los respectivos matrimonios para construir una recluida relación extramatrimonial que les dejó una hija. El vínculo da lugar a una amistad que perdura hasta el final de la vida de Bergman y se prolonga a través de los buenos y malos recuerdos de la actriz.

Akolkar recurre a fragmentos de la decena de películas del dúo cinematográfico, a material del paso de Ullmann por Hollywood, a fotografías y a escenas filmadas detrás de cámaras para homenajear esta relación artística que dejó obras maestras como Gritos y Susurros (1972). El realizador combina las imágenes y el relato de Ullmann para lograr efectivamente el tono de homenaje que pretende y que la pareja merece por su aporte al séptimo arte, poniendo énfasis en los acontecimientos y las películas más importantes de sus carreras. Akolkar consigue retratar la melancolía de Ullmann y el melodrama de un amor complejo y celoso, recurriendo además a textos de Changing, la autobiografía de la actriz editada en 1977, y a las memorias del cineasta sueco, pertenecientes al libro Linterna Mágica, editado en 1988.

En Liv & Ingmar aparecen tópicos de gran valor conceptual como la soledad como impulso artístico, la necesidad de encontrar un lugar propio desde el cual producir y la importancia de hallar un punto de equilibrio en la convivencia. El hilo dramático amoroso sostiene toda la historia y va marcando la construcción de la carrera cinematográfica de Bergman, sus obsesiones, su predilección por filmar en la Isla de Fårö, la colaboración con el director de fotografía ?Sven Nykvist y la filmación de grandes películas como Vergüenza (1968), La Pasión de Anna (1969) y La Hora del Lobo (1968).

El film retrata a dos seres humanos que se idealizaron para después romper el velo que habían creado sobre el otro, así nació finalmente un lazo afectuoso que duró cinco décadas. Nuestra cultura del espectáculo perdió en el magma posmoderno el valor de la creación artística como dispositivo para escapar de la soledad de nuestro tiempo. Nos dejó atrapados de esta manera en este laberinto esperando que algún fuego fatuo nos entretenga, ahora que las quimeras se desvanecieron y solo el hedonismo sobrevivió a tanto nihilismo.