Little Joe: el negocio de la felicidad

Crítica de Martín Chiavarino - Metacultura

Aromas de alegría

En un futuro cercano que bien puede ser nuestro presente de manipulaciones genéticas, un grupo de científicos investiga en un laboratorio hidropónico cómo mejorar la resistencia y las propiedades de las flores para presentar los resultados en una feria floral con vistas a la aprobación y comercialización de las nuevas plantas creadas artificialmente en el aséptico y frío recinto empresarial.

La realizadora austríaca Jessica Hausner intenta aquí una operación difícil con resultado contradictorio, narrar el intento de supervivencia y reproducción de una planta manipulada genéticamente a partir del comportamiento de los sujetos humanos infectados por un aroma que libera oxitocina del hipotálamo, una hormona que genera sensaciones de placer y se asocia con la formación de vínculos emocionales.

En Little Joe (2019) dos equipos compiten en un laboratorio por crear una planta que sobreviva al abandono y la desnutrición producto del descuido de las personas por su trabajo o su ausencia durante el período vacacional. Utilizando un agente infeccioso virósico prohibido en la manipulación genética de plantas, Alice (Emily Beecham), una brillante científica adicta al trabajo y apasionada por la investigación y los descubrimientos científicos, y su compañero de laboratorio, Chris (Ben Whishaw), logran una planta que con unos exigentes e inusuales cuidados es capaz de hacer felices a las personas. La planta termina matando a la cría de la otra dupla científica, compuesta por Bella (Kerry Fox) y Karl (David Wilmot), e infectando al perrito de Bella, Bello, y al compañero de Alice, Chris, y después a su hijo, Joe (Kit Connor). Bella es la primera en detectar los cambios en el comportamiento de los infectados, por lo que sacrifica a su amado compañero canino, pero Alice es reluctante en un comienzo a creer en la capacidad virósica de su invención. Los cambios en su hijo, Joe, y finalmente en todo su entorno hacen que las teorías elaboradas por Bella sean cada vez más plausibles y que Alice comience a ver la realidad a partir de las descabelladas teorías de Bella.

El guión de Jessica Hausner y Géraldine Bajard trabaja sobre la interesante posibilidad de que una investigación científica para manipular genéticamente la utilidad de las plantas termine alterando a toda la vida en el planeta, una chance cierta que remite a los cambios que cualquier técnica y tecnología introducen sobre el comportamiento humano, una indagación sobre hasta dónde las extensiones que creamos para ampliar nuestras capacidades no manipulan nuestra esencia, transformándonos y convirtiéndonos en esclavos de aquello que creamos, compramos y/o consumimos, una metáfora del febril sujeto consumista -cautivo de sus pertenencias, servicios y experiencias- que surge como consecuencia del nuevo capitalismo de consumo desenfrenado.

Con un tono de terror expresado en escenas de suspenso y una banda sonora de resonancias cacofónicas que incluyen aullidos y ecos percusivos, el film crea escenas con un gran cuidado artístico, frías, esterilizadas, de ambientes minimalistas que remiten a un presente prístino donde todo brilla por su pulcritud insípida e inodora.

La clave del film no está solamente en su argumento sino es sus detalles, en una mirada sobre la sociedad que funciona como un espejo para que el espectador se mida a sí mismo. Little Joe discurre sobre familias que no cocinan, que solo piden comida a domicilio, que han olvidado los rituales familiares, que viven para su trabajo, que lo único que les queda son sus mascotas o su soledad, personas que les cuesta pensar y asumir su vida fuera del ámbito laboral. También hay un análisis sobre la relación de la investigación con el mercado, acerca de la aproximación del enfoque científico hacia productos o servicios que puedan ser canalizados a través de las corporaciones.

Otro tema importante del film es que revela cómo nos hemos convertido en sujetos complacientes, que no cuestionan nada, que solo buscan el placer inmediato y que ven al que discute el sentido y la misión como un agorero o alguien no comprometido con la meta. La flor viene a convertir ese enojo en una alegría permanente, la felicidad de servir, de tener un sentido, eliminando la frustración y las sensaciones negativas que causan dolor, una visión tan aciaga como real de una sociedad cada vez más adormecida en su capacidad de rebelarse ante las normas establecidas y de oponerse a las condiciones cada vez más opresivas que el poder impone aceleradamente.

Little Joe es una película fallida, demasiado reiterativa, con escenas redundantes que podrían ser resumidas sin afectar la comprensión de la trama y que no termina de abordar cabalmente todas las posibilidades que la premisa abre y que a su vez ya estaban presentes en trabajos superiores como The Little Shop of Horrors (1960), de Roger Corman, Invasion of the Body Snatchers (1956), de Don Siegel, y The Happening (2008), de M. Night Shyamalan. Por otra parte, la propuesta elige un camino inusual, muy valiente, abordando la historia desde un argumento evolutivo, sin sobresaltos, sin avances significativos, con escenas típicas de la vida real, cotidianas, de discursos paranoicos o competitivos que son rápidamente desestimados.

A pesar de todos los problemas, Hausner construye aquí una película con muchos matices para pensar acerca de la sociedad que estamos construyendo, en los productos químicamente alterados que consumidos y sus consecuencias imprevisibles, alertando sobre los cambios que los avances tecnológicos pueden producir en nuestro entorno y nuestro comportamiento si seguimos en este camino de intentar doblegar por la fuerza a la naturaleza en base a nuestros caprichos.