Lincoln

Crítica de Leonardo M. D’Espósito - Revista Noticias

Hay que emprender una reevaluación inmediata de la obra de Steven Spielberg porque -con sus luces y sus sombras- es el realizador que define el cine estadounidense (e internacional) de las últimas cuatro décadas. “Lincoln” es, en cierto sentido, un film-resumen: allí está el gusto por el espectáculo, por la violencia -la primera, breve secuencia con una batalla de la Guerra Civil-, por la imagen mitológica que a veces se vuelve trivial. Podría ser una película de Walt Disney sobre el Gran Emancipador, pero es otra cosa: ese film hipotético más el “detrás de escena” del prócer.

El Abe que crea para nuestros ojos Daniel Day-Lewis es abrumador, honesto, carismático, bonachón. Y es también un político ambiguo, oscuro, manipulador, incluso un poco psicopático (usa su carisma para manipular en más de una secuencia). Lo que queda en el fondo es una épica de la política y una pregunta: ¿el fin justifica los medios? La película solo narra cómo Lincoln logra que se apruebe la décimo tercera enmienda a la Constitución estadounidense, la que abolió la esclavitud (y brevemente el fin de la Guerra Civil y la muerte del personaje), pero en ese resumen de un mes de su vida, Spielberg logra la hazaña no solo de poner bajo la lupa todo un sistema político, sino también de reconstruir a un hombre y dejarnos la moraleja a nosotros. Nos manipula de tal modo que, casi, “Lincoln” es la autobiografìa disfrazada del director.