Leviathan

Crítica de Matías Orta - A Sala Llena

Como sucedió con Alemania, Italia y Dinamarca, Rusia supo ser uno de los países referentes y revolucionarios de la cinematografía mundial. Basta con nombrar a Sergei Eisenstein para llevarnos a una buena cantidad de obras cumbres y de estilos que aún hoy conservan su potencia e influyen en nuevos cineastas. Con el pasar de las décadas, el cine ruso perdió la fuerza de antaño, pero, también como en el caso de alemanes, italianos y daneses, siempre aparece nombres y films que mantienen a aquellas frías tierras en el mapa del séptimo arte. Leviathan es el nuevo exponente, y uno de los más provocadores de los últimos años.

En el poblado costero de Pribrezhny, Kolya (Aleksey Serebryakov), un simple mecánico, debe lidiar con el alcalde (Roman Madyanov), quien pretende apoderarse de su propiedad, ya que la reclama como suya propia. Una batalla legal, para la que el protagonista contará con la ayuda de Dmitri (Vladimir Vdovichenkov), viejo camarada y ahora abogado. Pero la participación de este personaje será parte de una serie de consecuencias aún más terribles.

La película fue acusada de “anti-rusa” por el presidente Vladimir Putin, por mostrar conductas decadentes y plasmar un clima pesimista, y hasta se estrenó con censura (además, según leyes de cine de ese país, no se pueden pronunciar malas palabras en las películas). Desde ya, el director Andrey Zvyagintsev no titubea a la hora de mostrar los abusos y la implacable corrupción por parte de las autoridades en general -la iglesia, otro ejemplo, representada por un sacerdote que no invita a la fe- para con los sufridos ciudadanos. De hecho, en una de las escenas más tensas, el alcalde dice que Kolya y los suyos son “insectos”. El realizador tampoco le tiembla el pulso cuando se trata de contar una historia familiar en donde la felicidad se asemeja a la más delirante de las utopías.

Estamos ante una mirada oscura, difícil y compleja. Zvyagintsev sabe acompañar a sus ásperos guiones con imágenes de un impactante poderío visual, de manera que logra un complemento perfecto entre forma y contenido. A través de un gélido microcosmos, Leviathan escupe el duro presente de una nación, y lo hace con cine de primer nivel, sin caer en sentimentalismo y a pura honestidad brutal.