Leal

Crítica de Jesús Rubio - La Voz del Interior

Experimento con seres humanos

Leal: Parte 1 empieza a cerra la saga “Divergente”. La película suma elementos de ciencia ficción y tiene algunos momentos inspirados.

Dos breves y necesarios recordatorios a modo de contexto: tanto Divergente como sus hermanos políticos Los juegos del hambre y Maze Runner son el producto de un doble mercado: el editorial y el cinematográfico. En el primer caso están enmarcados dentro de una moda de best seller para jóvenes, publicados por entregas. En el caso del cine, hay que señalar que estas sagas son herederas de las Teen Movies (películas de adolescentes), que florecieron y proliferaron en la década de 1980 (acá también todo se tiene que segmentar para crear una necesidad de consumo).
El segundo recordatorio tiene que ver con la historia de la franquicia que nos ocupa. Para los que no vieron las dos anteriores (Divergente e Insurgente), estamos ante un mundo apocalíptico y desintegrado y copado por jóvenes divididos en facciones (Erudición, Osadía, Abnegación, Verdad y Cordialidad). La acción se desarrolla en una Chicago que funciona como un laboratorio con edificios y calles humeantes y llenas de escombros, un gran experimento con seres humanos controlado por alguien a quien todavía no se conoce.

Las facciones sirven para mantener la paz y los divergentes son aquellos que no entran en ninguna, como en el caso de Tris (Shailene Woodley), quien se pondrá al hombro una misión imposible: escapar para salvar el mundo.

En Leal, primera parte de la tercera entrega de la serie creada por Veronica Roth (la autora de las novelas), la cosa se pone más sci-fi y se revelan algunas verdades. Tris, siempre en compañía de Cuatro (Theo James), y los otros divergentes se escapan de Chicago y cruzan el muro para ver qué hay más allá de esa enorme pared que los aísla y los divide.

Después de escaparse del grupo liderado por Evelyn (Naomi Watts), los fugitivos atraviesan un desierto rojizo y con agujeros de ácido por todas partes (una estética de paisaje distópico con un leve parecido a la de la reciente Mad Max), donde se les abre una especie de puerta a otro mundo aparentemente mejor, con unos tipos en unas naves espaciales que los vienen a “salvar” (los efectos de ese otro mundo, como de realidad virtual, pixelada, son un punto a favor).

El sitio al que llegan es la Oficina de Bienestar Genético, cuyo máximo jefe es un tal David (Jeff Daniels), quien pretende purificar el genoma humano (aquí entra el elemento de la ciencia ficción) para salvar a los de la periferia.

Y como todo es esquemático y cuadradito y sin matices (hay dos tipos de personas: los puros y los dañados), Tris se entera de su condición de pura y de la maquiavélica idea de David, ese gran hermano orwelleano de carne y hueso que controla todo para sembrar el caos y así seguir imponiendo una falsa realidad.

La película se disfruta, sobre todo en las escenas de acción (no son muchas), y se agradecen algunos planos dignos de la mejor ciencia ficción. Además de la destacable banda sonora, Leal tiene brevísimos momentos de vuelo inspirado e inspirador que nos hacen creer que estamos ante una gran película del género. Después todo vuelve a su chatura habitual, aunque sin desentonar y sin dejar de cumplir su objetivo.