Last Christmas: Otra Oportunidad Para Amar

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

CUENTO DE NAVIDAD CON TWIST

Paul Feig es uno de los mejores directores de cine de comedia del presente: películas como Damas en guerra, Chicas armadas y peligrosas, Spy, una espía despistada, Ghostbusters y, en menor medida, Un pequeño favor lo demuestran. La particularidad de todas estas películas es, claro, que cuentan con mujeres en sus protagónicos y en alguna medida reflexionan sobre los vínculos entre mujeres o entre las mujeres y los espacios de poder dominados por hombres. Lejos del panfleto, a Feig lo mueve principalmente el humor, es un gran constructor de situaciones humorísticas, no tan centrado en el gag puntual (que lo conoce y resulta sumamente efectivo) como en la elaboración de secuencias donde la mirada cómica atraviesa lo trágico. A las protagonistas de Feig les pasan cosas, duras y complejas en ocasiones, pero siempre hay un momento de lucidez por medio del cual salen a flote, preferentemente, con una sonrisa en la boca. Y esa actitud determina el lugar en el que Feig se pone y desde donde mira: al lado del marginado, el desprotegido, permitiéndole una dulce venganza. Por todo esto es que, lamentablemente, no entiendo mucho lo que ha querido hacer en Last Christmas, a la que por ahí le han puesto el poco conveniente subtítulo de Otra oportunidad para amar.

Digamos de entrada que, contra lo que uno puede imaginar aquí, un cuentito de Navidad con mensaje esperanzador, la película contiene mucho del cine de Feig. Hay una protagonista algo atormentada, hay un sistema de valores que la enfrentan y le generan conflicto (el bendito espíritu navideño), y hay una suerte de moraleja final en la que el personaje modifica su rumbo a partir de un aprendizaje interior. Todo eso está bien, incluso agregados que no parecen tener mucho que ver con el asunto, como ciertos apuntes sobre la inmigración y un contexto desfavorable en una Europa cada vez más cerrada y conservadora. Kate (Emilia Clarke) es una joven de familia inmigrante, que vaga por Londres, de casa en casa, de amiga en amiga, mientras trata de escapar de las tradiciones de su familia. Cuando su madre, su padre o su hermana le dicen Katarina, ella corregirá inmediatamente: “soy Kate”. Para colmo de males, su trabajo en una tienda que vende artículos navideños todo el año no parece el mejor lugar para enterrar las penas. Como podíamos esperar, Feig no se toma demasiado en serio eso de lo navideño y aporta una mirada divertida sobre lo kitsch que rodea a la celebración, en adornos y demás objetos adorablemente berretas que son importados por Santa, la dueña del local, una Michelle Yeoh infrecuentemente divertida. Hasta ahí todo bien, con algunas situaciones notables como la gran primera secuencia, aunque lejos de los mejores momentos de Feig. Es como si en su intento por querer imponer su estilo a géneros, subgéneros o conceptos preestablecidos, el verdadero placer del director, no le encontrara demasiado la vuelta a las películas sobre la Navidad.

Pero los verdaderos problemas de Last Christmas llegan con Tom (Henry Golding), un joven que se le aparece por ahí a Kate y que será una incógnita tanto para ella como para los espectadores: ¿quién es? ¿De dónde viene? ¿Qué hace? ¿Por qué aparece siempre de manera misteriosa y desaparece sin dejar rastro? No diremos más, aunque uno más o menos se imagina que ahí hay gato encerrado. Lo cierto es que su presencia lleva a la película, primero, por el terreno de la comedia romántica un poco bobalicona, con algunos momentos entre divertidos y honestos, y finalmente a la película con giro, que es donde aparece el verdadero inconveniente de este film ligero y sin demasiadas pretensiones (aunque en definitiva las tiene). En primera instancia ese twist no se sostiene desde lo narrativo y resulta absolutamente inverosímil, y en segunda instancia coloca a la película en el peor camino del film navideño, ese del que parecía renegar un poco. Todo el epílogo se activa en relación a ese giro y termina ensuciando el camino de una película que, en definitiva, se quería asumir como un cuentito bienintencionado sobre reconocerse en el otro. Más allá de todo, al menos en ese pasaje podemos agradecer a Emma Thompson, coguionista y coprotagonista, por estampar “budín lésbico” como uno de los mejores onliners que Last Christmas tiene para ofrecer.