Las Rojas

Crítica de Mex Faliero - Funcinema

ACÁ HAY AVENTURA ENCERRADA

NdR: No revela el final, pero se dan algunas pistas del desenlace.

Carlota (Mercedes Morán) es una paleontóloga tan genial como díscola. Así podemos verla en el prólogo de este film, cuando entrevistada en un programa sobre ciencia de la televisión italiana, se termina peleando con el conductor que pretende montar un showcito del descubrimiento que hizo la mujer: en tierras argentinas, Carlota encontró los restos de lo que parecería ser una criatura antigua, casi una figura mitológica que cambiaría para siempre la paleontología y los discursos científicos, incluso a la humanidad. Es una escena extraña, extemporánea, que no se parece en nada al resto del relato: apela a un humor casi bufonesco, en un tono que será erradico el resto del metraje. Pero no es lo único: incluso se ve falso, algo que no se condice con lo que sigue, narrado con bastante rigurosidad por parte del director Matías Lucchesi. Un comienzo en falso de una película que luego mostrará mejores cartas, pero que también nos siembra la duda respecto de cuál de todas las películas que se narran aquí dentro es Las Rojas.

El título, Las Rojas, forma parte de un juego de palabras intencionado. Por un lado es el lugar al que las protagonistas se dirigen, donde se guarda el gran secreto de la película, un espacio casi mítico que el guion edifica de manera bastante eficiente. Pero por otro lado es casi una apelación política a cierto espíritu de las dos mujeres, Carlota y Constanza (Natalia Oreiro), entendiendo lo rojo como representativo de lo militante y lo combativo. Constanza es una antropóloga que envía la fundación para la que trabaja Carlota con el fin de controlar los gastos excesivos y el secretismo con el que la mujer trabaja, y la que tendrá el arco dramático más completo. Ahí nuevamente lo político, la confrontación entre la mirada puramente económica y la pasional-vocacional. Lo curioso es que ese subtexto político se irá perdiendo progresivamente (por contexto geográfico el film nos lleva también pensar a conflictos ancestrales de esas tierras) a la vez que surgen un par de movimientos del relato que llevan hacia dos territorios reconocibles por el cine clásico: el western y la aventura. Para lo primero, Lucchesi se vale del espacio y la geografía, y una música incidental que lo grita a los cuatro vientos; y para lo segundo, de una construcción de personajes monolíticos, con roles bien definidos entre lo heroico y lo villanesco (notable la breve, pero fundamental, presencia de Diego Velázquez).

Ahora bien, Lucchesi (y su guionista Mariano Llinás) entienden que la aventura está ahí latente, pero la encapsulan. Las Rojas nunca se suelta y en contrapartida apela a una conceptualización de los géneros cinematográficos que los vuelven reconocibles, pero nunca sentidos. Como si todos estuvieran dando una lección memorizada de cómo debería ser una película de aventuras. Y eso se adivina hacia el final, cuando lo fantástico se vuelve tangible y uno no puede dejar de pensar en Shyamalan en el manejo de la escena clave de Las Rojas. En el director indio, lo fantástico siempre aparece como elemento subordinado a la realidad espesa de sus películas. Sin embargo, cuando se representa, se representa. Y no teme en tirarse de cabeza, aunque pueda quedar en ridículo. De ahí parte del encanto de muchas de sus películas fallidas, como por ejemplo la subvalorada La dama del agua. En Las Rojas hay un amague, un rapto de virtud, pero también una corrección inmediata, como si el ensanchamiento del universo que propone esa revelación fuera demasiado para las intenciones más humildes de esta película correcta. Uno entiende que está todo bien en Las Rojas, pero que esa comodidad en un tono medio es también su peor defecto.