Las reinas del crímen

Crítica de Diego Batlle - La Nación

The Kitchen fue un cómic de Ollie Masters y Ming Doyle publicado en ocho entregas por Vertigo / DC en 2015. Tenía como particularidades la época (fines de la década del 70), el lugar (el por entonces violento y marginal barrio de Hell's Kitchen en Manhattan), el trasfondo (la mafia irlandesa y, en un segundo plano, la italiana) y, muy especialmente, tres sorprendentes protagonistas femeninas.

Todo parecía servido para una transposición al cine que tardó apenas cuatro años en llegar. El principal problema (entre varios otros) de Las reinas del crimen es que nunca se decide entre apostar por el artificio y la exageración del cómic o por el realismo de un exponente del género de gánsteres.

Así, esta ópera prima como directora de Andrea Berloff (guionista de Las torres gemelas, Straight Outta Compton, Blood Father y Noche de venganza) resulta un híbrido que no hace pie en ninguno de esos terrenos y termina dilapidando un generoso presupuesto para la reconstrucción de época y un elenco pletórico de figuras tanto en los papeles protagónicos como en los secundarios. Kathy (Melissa McCarthy), Ruby (Tiffany Haddish) y Claire (Elisabeth Moss) son tres mujeres que sufren la violencia doméstica, los prejuicios machistas que les reservan lugares como esposas y madres sumisas, y una acumulación de humillaciones públicas y privadas.

Sin embargo, cuando sus maridos son detenidos tras un frustrado asalto -y ante las crecientes carencias económicas-, ellas deciden ofrecerles servicios de seguridad a los comerciantes del barrio (casi todos de origen irlandés) a cambio de un pago mensual.

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El negocio y su estatus dentro de la comunidad no paran de crecer hasta que 16 meses después sus esposos salen de prisión y los abusos amenazan con regresar. No conviene adelantar nada más de una trama que será pródiga en asesinatos, alianzas y traiciones. La idea de hacer una película con mafiosas de armas tomar, amas de casas en principio desesperadas y luego empoderadas, parecía muy buena porque además sintoniza con estos tiempos en los que Hollywood también está intentando romper con los arquetipos y los lugares comunes del cine de género.

Sin embargo, más allá de esa impronta feminista, Andrea Berloff no logra dotar a su primer largometraje de una estética, de unos climas, de un suspenso y una tensión narrativa que lo conviertan en algo particularmente creativo y atractivo. Una apuesta valiosa, pero al mismo tiempo una oportunidad perdida.