Las maravillas

Crítica de Guillermo Colantonio - Fancinema

PAISAJES, CUERPOS Y ROSTROS

Hay una corriente de películas italianas actuales que en los últimos años trabajan una idea: cómo repercute la llegada de algún ente a las economías regionales, ancladas en zonas alejadas de las grandes urbes y consagradas al turismo o a la elaboración de productos. En este marco se inscribe Las maravillas, que tiene como protagonista colectivo a una familia dedicada obsesivamente a la apicultura.

Dos o tres pincelazos al inicio le sirven a la directora para plasmar un modo de vida comunitario bajo la lógica machista de un padre que se niega a salir de ese orden y seis mujeres que, a pesar de someterse a su voluntad, también toman decisiones. A medida que la película avance, el punto de vista se recortará sobre la adolescente Gelsomina, quien oficia como la coordinadora de las actividades diarias e irá descubriendo otras formas de amor con la llegada de un niño alemán que deberán cuidar como parte de un programa social.

La mirada de Rohrwacher se acerca a esos cuerpos fatigados, presionados por la labor diaria, sin descuidar nunca sus rostros, sobre todo el de las niñas, que se agigantan en pantalla. Un uso adecuado de la luz en los momentos justos permite disfrutar del entorno natural como de los interiores precarios, metiendo en la piel del espectador el clima del lugar. No es un dato anecdótico puesto que la película es también un pasaje temporal, ese viaje de la infancia a la adolescencia.

La vuelta argumental se produce con la llegada de la tv y una propuesta que moviliza a los lugareños. Afortunadamente, en una sabia decisión, la trama nunca permite que esa irrupción se cruce inapropiadamente con la de la familia y que, en todo caso, sea una excusa para desarrollar los cambios que padecerá Gelsomina. Cuando parece que se cae en los lugares comunes, la sensibilidad de la directora salva la situación. En el medio de todo el circo mediático, lo que prevalece es la necesidad de explorar un mundo privado, ese que todo niño ve en contrapicado y que se desvanece lenta e inexorablemente con el paso del tiempo.