Las hierbas salvajes

Crítica de Roger Koza - La Voz del Interior

Los vuelos de un octogenario

La vejez es un estadio en el que un artista puede alcanzar una libertad soberana. A sus 87 años, Resnais demuestra por qué es un cineasta fundamental. Moderno, lúdico, declaradamente formalista, y un surrealista anacrónico, Resnais, que ya está preparando su próxima película, puede en Las hierbas salvajes transitar magistralmente la comedia romántica, el thriller, el drama y hasta insinuar un musical, siempre con una fluidez admirable.

El origen literario de Las hierbas salvajes (basada en la novela El incidente , de Christian Gailly) sólo podrá asociarse a una voz en off capaz de describir lo que sucede en la película como también de interpretar los pensamientos de los protagonistas. El resto del filme es puro cine.
Así, el plano inicial, es un misterioso travelling hacia adelante. La cámara se dirige hacia un agujero en una construcción abandonada. Luego, sobrevolará a ras del suelo la hierba salvaje que crece en el pavimento. Es una metáfora del encuentro azaroso entre dos sujetos y un amor cuyo destino más certero podría ser el fracaso. Pero no aquí, pues en el cine, o más bien a la salida, “nada nos sorprende. Todo es posible”.

El robo de una cartera y la devolución de una billetera serán los lazos entre Marguerite y a Georges. Ella, dentista y soltera; él, casado con hijos, y quizás un sobreviviente de alguna crisis devastadora, al menos a juzgar por su conducta por momentos delirante. Estos cincuentones poseen una pasión en común: la aviación. Poco importa si el romance prosperará, pues en este retrato del amour fou la asociación libre es la regla, lo que importa es volar. La cartera vuela, la cámara también, y el vuelo concreto del desenlace llevará a una resolución narrativa que parece un koan del Zen.

Si Corazones era secretamente un filme sobre la nieve, Las hierbas salvajes es oblicuamente un tratado sobre el color. Las luces de neón de una sala de cine, un momento sublime, son imborrables. El resto es puro Resnais: hacer visible cómo funciona nuestro órgano pensante. Sus planos son materializaciones perfectas de cómo pensamos.