Las hermanas L.

Crítica de Natalia Trzenko - La Nación

Hermanas unidas por la pasión

Se aman, se odian, no pueden vivir juntas, pero tampoco separadas. Las hermanas L. del título son Eva y Sofía, dos mujeres que cargan en sus mochilas de vida con un padre gay profesor de danza kabuki y una madre diva del cine nacional en decadencia que recibe a sus amantes mucho más jóvenes en un sauna de temperatura bien elevada. De hecho, si hay una constante en la historia que escribieron y dirigieron Eva Bär, Santiago Giralt, Alejandro Montiel y Diego Schipani es el hecho de que la comunicación entre los personajes se da través del sexo. Puede ser apasionada e indiferenciada, a la manera de Eva -la hermana mayor, que interpreta Silvina Acosta con la justa medida de sensualidad y desesperación-. O a la de Sofía- una actuación sutil y neurótica de Florencia Braier-, seductora en su aparente fragilidad. En medio, abajo y arriba de ellas está Lucho, el novio de Eva, que interpreta con solidez Esteban Meloni.

Una comedia sexual por momentos absurda -las clases de kabuki del papá interpretadas por Daniel Fanego o la versión fotofóbica de un personaje de Graciela Borges que hace Soledad Silveyra-, Las hermanas L. se vuelve despareja y pierde de vista su tono cuando la parodia les gana espacio a los ingeniosos diálogos. Así, el intento de violación lésbico que sufre Sofía traza un estilo humorístico demasiado grueso aunque al mismo tiempo permite la llegada de una frase dicha por Eva respecto a su hermana menor -"Pobre, ni un violador como la gente le toca"-, que pinta a la perfección y con gracia la relación entre Las hermanas L.