Las crónicas de Narnia - La travesía del viajero del alba

Crítica de Santiago García - Tiempo Argentino

Otro trip por los mares de la fantasía

La felicidad de descubrir nuevos mundos, de atreverse a la imaginación y permitirse el juego y la aventura, marcan una nueva entrega de esta saga, alimentada en partes iguales por la mitología grecorromana y los cuentos de hadas.

La travesía del viajero del alba es la tercera parte de la famosa serie de Las crónicas de Narnia, basada en los libros que escribió C. S. Lewis en la década de 1950. Aquí la acción transcurre mayoritariamente en el mundo de Narnia, y apenas un par de escenas en la Inglaterra de 1942, durante los bombardeos nazis a dicho país. Los personajes van cambiando según avanza la historia. Lucy, Edmund y su insufrible primo Eustace son quienes acompañan al ahora rey Caspian. Del autor de las novelas siempre se supo que tenía una fuerte inclinación cristiana en sus relatos y que Aslan (el león) era una inequívoca evocación de Jesucristo. Pero también la mitología grecorromana y los cuentos de hadas han dotado a esta saga de una iconografía llena de fantasía. Y en eso, esta nueva película brilla. Habiendo ya mejorado notablemente la calidad técnica del film, al menos comparado con el primer título de la saga, quedan desde el comienzo más claro del poder de la imaginación y la fantasía, para encarar a través de metáforas, las durezas de la vida en el mundo. Y si bien el veterano director Michal Apted (La hija del minero, Gorilas en la niebla) no consigue que la puesta en escena y la narración se vuelvan apasionantes, al menos queda, en cada escena, la felicidad de descubrir mundos nuevos, de atreverse a la imaginación y permitirse el juego y la aventura. Este film podría ser tanto el cierre de la serie como simplemente la llegada a la mitad de la misma. La pobre aceptación que tuvo la segunda película hizo que Disney se distanciara de la misma y muchos han considerado que posiblemente esta sea la última adaptación que se haga de los libros de C. S. Lewis. Sin embargo, podría citarse al propio autor, que se refería así a su propia experiencia: “Cuando escribí El león, la bruja y el ropero, nunca pensé que escribiría más. Luego escribí El príncipe Caspian como una secuela, y seguí sin creer que habría más libros. Y cuando terminé La travesía del viajero del alba, estaba convencido de que sería el último. Pero me di cuenta de que estaba equivocado.” Hay cuatro libros más sin adaptar (incluido El sobrino del mago, que es una precuela) y espectadores nuevos por cautivar. Si hay algo que cabe reconocerle a la saga de Narnia es su capacidad para hacernos creer en el poder de la fantasía y la imaginación.