Las crónicas de Narnia - La travesía del viajero del alba

Crítica de Diego Batlle - La Nación

La travesía del Viajero del Alba

La tercera entrega de Las crónicas de Narnia tiene varios hallazgos y escenas para el asombro

En esta tercera entrega de la saga basada en los libros de aventuras escritos por C. S. Lewis (ahora con la 20th. Century Fox al mando, en reemplazo de Walt Disney), ese más que digno artesano que es Michael Apted intenta enderezar el rumbo artístico de la franquicia. Con un par de hallazgos narrativos y visuales, y la inclusión de un atractivo nuevo personaje protagónico, le alcanza al veterano director británico para levantar algo la puntería respecto de El príncipe Caspian , el apenas discreto capítulo anterior.

Ya sin la presencia de sus hermanos mayores Peter y Susan -radicados en los Estados Unidos-, los pequeños Lucy y Edmund Pevensie (Georgie Henley y Skandar Keynes) regresan, ahora acompañados por su primo Eustace, desde una Inglaterra en plena Segunda Guerra Mundial hasta Narnia, más precisamente, al barco El Viajero del Alba del título, que capitanea su amigo Caspian (Ben Barnes). Allí se inicia una travesía no exenta de contratiempos, que tendrá su clímax en una isla siniestra en la que deberán enfrentarse a un gigantesco monstruo al servicio de la malvada Bruja Blanca (una Tilda Swinton con mínima participación).

El film -que por momentos remite a ciertos elementos de la mucho más delirante saga de Piratas del Caribe - encuentra en una mascota llamada Reepicheep (la voz del gran Simon Pegg en la versión original) y especialmente en los arrebatos de Eustace sus momentos más cómicos. La incorporación de este personaje, muy bien interpretado por Will Poulter (visto en la lograda El hijo de Rambow ), le otorga una más que necesaria dosis de agresividad, desparpajo e imprevisibilidad a la saga.

Este tercer episodio asegura un puñado de escenas espectaculares (como el enfrentamiento entre el apuntado monstruo y un dragón pilotado por Eustace) y un look muy cuidado a cargo del director de fotografía Dante Spinotti. En esta ocasión, la conversión a 3D no agrega demasiado a un film correcto y atendible, pero que al mismo tiempo no se destaca particularmente dentro de la cada vez más fecunda producción de películas de aventuras hollywoodenses.